lunes, 4 de julio de 2016

CRONÓSFERA II

CRONÓSFERA II.
Por
Hugo Rodríguez.
 
Sentado en la butaca frente a los controles, Douglas giraba diales y corroboraba indicadores.

No, Douglas. No continúes. Quedarás atrapado en una espiral infinita.  ¡No, no!

Dejó la butaca para dirigirse a las columnas del computador, miró por un momento a través de sus anteojos las cintas magnéticas y luego estudió la tira perforada que saltaba del linotipo. La arrancó y la leyó mientras se encaminaba, ondulando su delantal desabotonado, hacia  el batiscafo, que descansaba en el centro del laboratorio. Se inclinó e ingresó por la abertura oval, el sillón giratorio lo recibió y alternando la lectura de la tira con miradas rigurosas al  tablero, Douglas permaneció absorto en el interior de la ‘CRONÓSFERA’  varios minutos.

Si cambias el flujo del tiempo, no alterarás el presente. Es imposible. No se puede desarticular el pasado.

Cerró la compuerta y giró la rueda. Sentado, Douglas contemplaba el tablero, en especial la palanca del tiempo. Posó la mano temblorosa en ella.

¡No jales la palanca! ¡No podrás volver! ¡Quedarás en el Limbo, para siempre!

La jaló lentamente hacia el pasado. Las bombillas en la bóveda de la esfera parpadearon, se agitaron las agujas de los voltímetros y por un momento la esfera tembló y Douglas se aferró al posa-brazos del sillón. Las gotas de sudor le recorrían las mejillas y los ojos se veían desmesurados a través de los anteojos. Dejó de inclinar la palanca y las agujas se calmaron, también cesaba el parpadeo de las luces. Douglas se secó el sudor con la manga e inspiró profundo.  Se irguió sobre sus piernas trémulas y se acercó con lentitud a la entrada. Giró la rueda y abrió la compuerta: se vio de espaldas, sentado en la butaca frente a los controles.


Sinfín.

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