lunes, 8 de diciembre de 2014

BICÉFALO.
por
Hugo Rodríguez.
El mar te ha llamado, Libelú. Ha rugido como nunca. Vuela, agita tus alas, vuela más alto que las montañas. No temas, que Rojo-luz te guía desde el cielo. 
En la mañana, entre nubes de amoníaco y una luna carmesí, la niña-libélula surge de las montañas  y se precipita hacia la playa. Revolotea sobre la arena, tensiona las alas, estira los brazos y se posa dócilmente.  Las puntas de sus orejas señalan al mar, y las esferas plateadas de sus ojos se fijan en los paracaídas henchidos que flotan y se hamacan en las olas, serpenteando los cordeles.
Ten cuidado Libelú, ¡es enorme! No es como la medusa del lago, la que ha herido al pez. ¿No lo entiendes?  Estás al otro lado de las montañas. Algo ha logrado escaparse de sus hilos. Se ha arrastrado por la arena. ¡Sigue las huellas Libelú, no temas, síguelas!
La niña advierte las pisadas que se pierden más allá, en la espesura. A saltos y aleteando va tras aquellas marcas.
Tumbado en la maleza, embutido en su traje espacial, un astronauta se asfixia, boquea intentando llevar aire a sus pulmones en esa atmósfera de azufre. En el hombro, junto a la insignia de la NASA, el indicador de oxígeno marca cero. Se ha quitado la escafandra, que ha quedado enganchada al cuello del traje y su cabeza golpea contra ella.
La pequeña libélula, la niña alada, de pie ante el agónico viajero, lo escruta con su mirada de plata mientras las orejas se le ondulan.
No es un pez. No lo es. ¡Pero tiene dos cabezas! ¡Igual que aquel! el que ha abandonado el lago. Estás al otro lado de las montañas, Libelú ¿No lo entiendes? Es del mar, de allí salió.
El astronauta abre la boca, gime a cada bocanada y da la cabeza contra el casco, una y otra vez. La niña se acerca y se inclina. Con el dorso de la mano acaricia la escafandra y luego, la mejilla del navegante. Entonces, la pequeña insecto se yergue y de un salto se para  ante los pies del astronauta.  Lo ciñe de las botas y tira de él. 
 ¡Jala, Libelú! ¡Jala! Hunde tus talones. Debes salvarlo como al pez de la laguna. Llévalo hasta el mar. Lejos de la medusa enorme. Llévalo antes que muera. Jala Libelú, jala. Pídele a Rojo-luz por él. Ella lo salvará, como al otro pez.
FIN.

jueves, 9 de octubre de 2014

MAQUINARIA


MAQUINARIA.

 

 

En esa noche de nadie, el viento barría las hojas del andén  vacío y penumbroso. El tren que se acercaba silbó y su luz brilló como una estrella de presagios.

En el interior de uno de los vagones,  de pocos pasajeros, un joven, que descansaba las pantorrillas en el asiento opuesto,  discutía con la Unidad de Seguridad:

 

— ¡Qué vigilás pedazo de chatarra! Qué ¿no puedo viajar? Tengo derecho ¿No? Saqué boleto, mirá. Así te programaron los soretes esos: si el chaboncito es negro y pobre, guarda el hilo.

—Unidad de Seguridad Urbana, serie B785, exige al ciudadano que se identifique.

—Por qué no me dejás de joder, maquinaria. Pedile los documentos a los demás. O qué. ¿No pueden ser chorros algunos de esos giles? O porque van bien vestidos, peinadito y toda la bola,  te pensás que no afanan.

—Repito: Unidad de Seguridad Urbana serie B785 exige al ciudadano que se identifique o ejecutaré su aniquilación.

 

El muchacho retiró los pies del asiento.

 

—Ta' bien. Aguantá la moto. Pará. Ahí tenés la chapa. ¿Todo legal?

—Ciudadano identificado: Sergio Pérez. 16 años. Sin estudios. Sin antecedentes.

—Vistes, limpito. Así que no jodas, chatarra.

—Por los rasgos raciales y sociales existe la posibilidad de que usted sea un potencial delincuente.

—Qué denso que estás, hojalata. ¿Te la agarraste con migo?

—Debo evitar la declinación de la sociedad. Reducir los niveles delictivos, mediante la aniquilación de lo degradado.

—Sí, volándome la cabeza. Pero yo no hice nada. Así que tranquilo, ¿eh? Voy para el fondo, chatarra. Te prometo que me porto bien. No me sigas.

 

El tren se detuvo. El joven pasó a la formación contigua y  permaneció de pie cerca de las puertas de acceso. Miraba en dirección a la Unidad y también hacia una señora que hablaba por celular.

 

El guarda sonó el silbato, el tren  reiniciaba el traqueteo, y la señora gritó:

 

— ¡Me sacó el celular! ¡Agárrenlo! ¡El hijo de puta me sacó el celular!

 

El pibe saltó del tren. Tropezó y  rodó por el andén. La formación se detuvo y dos tipos saltaron sobre él.

 

—Adónde vas, pendejo de mierda. Chorro hijo de puta.

 

Empezaron a golpearlo. Con puños primero. Patadas después. El pibe se cubría con los brazos. Se sumaron más pasajeros:

 

—Vamos, vamos a darle.

—Hay que matarlos a todos estos guachos.

—Rompele la cabeza.

 

El muchacho sangraba de la boca y de los oídos. La lluvia de golpes seguía.

Descendieron el guarda y la señora del celular:

 

— ¿Dónde está la Unidad de Seguridad?

—Ahí viene, señora.

— ¡Qué lo liquide de una vez!

 

            La Unidad se acercó y su voz inmutable retumbó en el lugar:

 

—Ciudadanos, apártense.

 

Las personas formaron un corro alrededor del pibe, que se retorcía en las baldosas bañadas con su sangre.

La Unidad desplegó el arma. Y la ráfaga fulguró en la penumbra de la estación. Los pasajeros que habían golpeado al ladrón, cayeron como piezas de dominó. La Unidad se acercó  al pibe y le quitó el celular. Se lo entregó a la señora,  luego le ordenó al guarda:

 

—Ponga en marcha el tren. Debemos continuar con  el servicio.

—Pero, mataste a todas esas personas.

—Evito la declinación de la especie. Ahora, obedezca. Sigamos con el viaje o tendré que ejecutar su aniquilación.

 

La señora subió primero, seguida por la Unidad de Seguridad. El guarda pitó mientras agitaba la linterna y la locomotora  respondía con el silbato.

En el andén, el joven, con su espalda en la sangre y rodeado por los  cadáveres, forzaba una mueca en su boca destrozada.

 

Fin.

martes, 30 de septiembre de 2014


 

REVELADO.

Guion literario

De

Hugo Rodríguez.

 

SINOPSIS.

 

La historia se ambienta en los ’60 después de la llegada del hombre a la Luna. Y transcurre en el domicilio de Demetrio Gómez.

Demetrio Gómez se ha jubilado de empleado bancario recientemente. Calvo, con anteojos y pancita. Demetrio practica el pasatiempo de  la fotografía astronómica. Un compañero de empleo le ha ayudado a construirse un telescopio.

El domingo por la mañana Demetrio es sorprendido en la cocina de su casa por un fenómeno para normal: unos nanos robots de otra dimensión, semejantes a hormiga, le han secuestrado una jarra de acrílico. Para recuperarla los extraños seres le piden que le entregue una fotografía de la constelación de Orión que Demetrio resguarda bajo el vidrio de la mesita de luz. Los seres son vulnerables a la sílice, el elemento que más abunda en la Tierra y es el componente básico del vidrio.

 Demetrio entrega la fotografía y los secuestradores inter-dimensionales le devuelven la jarra. Demetrio busca en una caja donde guarda tambores de negativos, el correspondiente a la foto, pero encuentra el tambor vacío. Demetrio deduce que los nano- robots le sustrajeron el negativo.

 

 

 

Secuencia 1. En la cocina.

Transcurre: Domingo por la mañana.

 

Junto a la mesada, Demetrio Gómez con un vaso y sobre la mesada, la jarra de acrílico con algo de jugo.

Demetrio, a punto de ceñir la jarra, advierte que una hormiga camina por el borde de la embocadura. Entonces, con su dedo mayor catapulta al insecto. Luego, se sirve el jugo y regresa a la mesa.

Se sienta. Se descalza una pantufla. Bebe y repasa los titulares del diario:

El Apolo de regreso a la Tierra. Fue secuestrado el hijo de un importante industrial de plásticos.

De pronto, un rumor lo distrae.

   

Secuencia 2. En la cocina.

 

Mira hacia la cocina. Sobre una hornalla, una cacerolita, en otra, una pava y la tercera, libre: las tres hornallas, apagadas. La mirada de Demetrio ahora se fija en la jarra. Tantea con el pie hasta dar con la  pantufla y se la calza. Se yergue y chancletea hasta la mesada.

 

Secuencia 3. En la cocina.

 

Demetrio se inclina y apunta su mentón hacia la jarra, se calza los anteojos: una legión de hormigas brillantes la cubren. Un gesto de extrañeza se afirma en su rostro al percibir que estas termitas patinadas surgen de un orificio que flota. Mientras endereza su postura, Demetrio lleva su mano a la barbilla. Luego de una pausa reflexiva, Demetrio gira sobre los talones y   se dirige al comedor.

 

Secuencia 4. En el comedor.

 

En el comedor, abre el segundo cajón del aparador. Revuelve viejas revistas, fusibles, una Kodak en desuso, tamborcitos de rollos fotográficos, servilletas y tenedores. Hasta dar con una lente del tamaño de un plato de té. Sin cerrar el cajón, regresa a la cocina, con la lente entre sus manos.

 

Secuencia 4. En la cocina.

 

Demetrio reclinado hacia la jarra.  Las hormigas  la recubren casi por completo, Demetrio sostiene entre el dedo índice y pulgar la lente. En su rostro el asombro: no se trata de hormigas si no de pequeñas lentejuelas de metal. Robots bidimensionales plateados. Demetrio se endereza, reflexiona y vuelve  a observar a través de la lente. En ese momento los robots aplastan la jarra en dos dimensiones. Demetrio vuelve a erguirse y ve como las hormigas ahora, reducen la jarra a cero dimensión y se enfilan al orificio. Desaparecen.

 

Secuencia 5. En la cocina.

 

Demetrio desconcertado. Pausa. Chancletea nuevamente hacia el comedor.

 

Secuencia 6. En el comedor.

 

Demetrio atiende las fotografías sobre el aparador. Apoya la lente junto a las fotos. En una se lo ve junto a sus compañeros de oficina y otra lo muestra junto a un amigo de bigotes, de anteojos gruesos y peinado a la gomina. Entre ellos un telescopio con una cámara réflex adosada al ocular. El telescopio es el que se para en un rincón del comedor y al que en estos momentos  le dirige la mirada.

Toma la agenda telefónica y selecciona un número. Levanta el tubo y disca. Vuelve a mirar la foto de su amigo. Deja de discar al oír de nuevo el ronroneo en la cocina. Cuelga y se dirige hacia allí.

 

Secuencia 7. En la cocina.

 

Demetrio mira hacia la mesada, pero de inmediato gira su cabeza hacia el periódico del domingo sobre la mesa.

 

Secuencia 8. En la cocina.

 

Allí, desde otro agujero flotante, surge una nueva miríada de robots hormigas que invaden el periódico. Después de cubrirlo por completo, las hormigas se retiran, pero lo dejan sobre la mesa.

 

Secuencia 9. En la cocina.

 

Demetrio se aproxima y advierte que los titulares han cambiado: Entregue la astrofotografía del 23-10-62 sobre Orión. Que usted resguarda de nosotros bajo un mortal escudo de sílice. A cambio le devolveremos su apreciada pieza de poli carbono alterado. Sabemos del esfuerzo de su sociedad por fabricar objetos derivados de combustibles fósiles. Coloque la astro imagen en el lugar donde se encontraba la pieza de carbono y le devolveremos el apreciado artículo.   

Demetrio asombrado. Pausa. Ahora sonríe. Demetrio chancletea hacia el dormitorio.

 

Secuencia 10. En el dormitorio.

 

En el dormitorio. Un ropero y una cama de un plaza, descobijada y vacía. Junto a la cama, una mesita de noche. Demetrio se acerca a la mesita. Enciende el velador. Hay un reloj redondo y de cuerda. Bajo el vidrio, algunas fotos de la Luna y otras de galaxias. Demetrio alza levemente el vidrio y retira una de ellas. La fotografía  muestra una galaxia. La contempla y sonríe. Sin apagar el velador se retira con la foto.

 

Secuencia 11. En la cocina.

 

Demetrio deposita la foto sobre la mesada y espera.

 

Secuencia 12. En la cocina.

 

 Surgen las hormigas, envuelven la fotografía, la reducen a cero dimensiones y se retiran.

 

Secuencia 13. En la cocina.

 

Demetrio tenso. Pausa.

 

Secuencia 14. En la cocina.

 

Nuevamente surgen las hormigas. Reconstruyen la jarra, ante la mirada atónita de Demetrio. Se retiran. Demetrio ciñe la jarra con precaución. La rota entre sus manos. Sonríe. Deja la jarra sobre la mesada y chancletea hacia el dormitorio.

 

Secuencia 15. En el dormitorio.

 

Demetrio junto al ropero, se estira y alcanza una caja o estuche de madera de la parte superior del ropero. Voltea y deposita la caja sobre la cama. Se inclina y abre la caja, en el interior guarda tamborcitos de negativos. Selecciona uno con  fecha: 23-10-62. Lo destapa: esta vacío. Demetrio se yergue. Hay asombro en su rostro. La mirada hacia el techo. Se reclina y hurga una vez más en la caja. Se detiene. Por encima de los anteojos sus ojos miran hacia la mesa de noche: el velador encendido y el vidrio descorrido. Demetrio sonríe y afirma con la cabeza.

 

 Fin.

 

domingo, 27 de julio de 2014

Microrelatos.


MICRORELATOS.

 

Le dijo Dios al sabio: ‘muy bien, me encontraste. Ahora te toca esconderte a vos’.

 

Los alienígenos invadieron los cielos. Bombardearon nuestras ciudades y en días destruyeron el planeta. Sobrevivimos unos pocos y nos ocultamos en túneles. Logramos capturar a uno de ellos. Es una bestia horrenda, tan horrenda como su alma. Cómo pudo Dios crear engendros como estos. Tradujimos su lenguaje. Sólo nos dio su rango y su planeta de origen: lo nombran Tierra, el tercero e una estrella que llaman Sol.



OTRA VEZ.

Ese día había compartido el sándwich con su compañero mientras le comentaba que había donado los órganos.  Trabajaba en el tendido eléctrico.  Joven, de más de 30. Se electrocutó poco antes de terminar la jornada. Quedó aferrado de los hilos, con los brazos estirados.  Lo descendieron del poste. Estuvo en coma algunos días hasta que autorizaron la extracción de sus órganos entonces, aquel ciego vio con sus corneas y aquel otro, moribundo, vivió con su corazón.

 

MEDUSA.

-Buen día.

-Buenas.

-Upa, hoy no estás de humor ¿no? Ni te peinaste: tenés los pelos que parecen culebras.

-Es que ayer estuve con él.

Ah, ahora entiendo. Y se lo dijiste.

-No, no hizo falta. Lo miré a los ojos y se quedó callado. Duro como una estatua. 

 

-Sargento: lo felicito. Liquidó al teniente. ¿Cómo supo que era un extraterrestre?

-Nac, truc perg tung ac.

 

-¡No! no puede ser Nueva York.

-Sí, Taylor. Regresaste a tu planeta pero, 10000 años en el futuro.

-Mejor cierra la boca, maldito mono.

 

El crono-nauta aplastó, sin advertirlo, al gusano del Cretáceo.

Regresó a la máquina del tiempo y viajó hasta su época.

El lagarto de guardapolvo que abrió la portezuela de la máquina exclamó:

-¡Es un homínido!

 

sábado, 1 de marzo de 2014

Radio-historieta.


 

 

LA REVELACIÓN.

 

OPERADOR: sube zumbido oscilante.

 

NARRADOR: Los astronautas de Berazategui, los primeros humanos en pisar suelo marciano  no salen  de su asombro: ante ellos, una enorme máquina de forma esférica palpita como un gigantesco cerebro… y les habla… 

 

MÁQUINA (fría, metálica, ahora cerca): —Soy la herramienta definitiva. La máquina total, el último producto tecnológico de una raza que había llegado a la perfección final.

 

MARTÍN (asombradísimo): ¡Es enorme! ¡Parece un  panal! ¡Está construido con miles de celdas hexagonales! Y todas contienen circuitos. Es un ciber—cerebro. Formado por miles y miles de plaquetas que funcionan como neuronas. Fascinante.

 

MÁQUINA (fría, metálica): —Soy la máxima inteligencia creadora de este Universo. La diferencia entre una de sus computadoras y yo es la misma que media entre un martillo y una nave espacial.

 

MARTÍN (reflexivo): —Y eso que mi PC tiene doble núcleo y un rígido de 500 gigas.

 

CAPITÁN MARIANO (sereno): — ¿Qué sucedió con la civilización que te creó?

 

MÁQUINA (fría, metálica): —Los seres que me construyeron se extinguieron hace millones de vuestros años. Cuando alcanzaron  su máximo nivel de desarrollo evolutivo, me crearon a mí. Con mi construcción se cumplió su gran objetivo existencial. Y ya no les quedó una meta superior. Entonces decidieron extinguirse.

 

CAPITÁN MARIANO (reflexivo): — Si sos la máxima inteligencia en este Universo, ¿Entonces, tus poderes son infinitos?

 

MÁQUINA (fría, metálica): —Puedo lograrlo todo.

 

CAPITÁN MARIANO (seguro): — ¿Podés contestar todas nuestras preguntas?

 

MÁQUINA (fría, metálica): —No tengo inconveniente en responderles.

 

MARTÍN (deseoso): —Mariano, digo capitán, preguntale ¿cuándo vuelve River a primera?

 

CAPITÁN MARIANO (regañando): — ¡Tonto!

 

CAPITÁN MARIANO (sereno): — ¿Podés responder a nuestras dudas existenciales?

 

MARCIA (interrumpiendo y entusiasta): —Si, si ¿Soy yo la más linda del Universo?

 

CAPITÁN MARIANO (regañando): ¡Marcia!

 

CAPITÁN MARIANO (sereno): — ¿Podés responder de dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué existimos? ¿Cuál es nuestro destino?  

 

MÁQUINA (fría y metálica): —Contestaré todas sus preguntas, pero a cambio de una cosa: solo una falla cometieron mis constructores. Un error infinitesimal.

 

MARCIA (en baja voz): —in—fi—ni—te—si… ¿qué?

 

MARTÍN (latoso): —Es una pequeña fracción de...

 

CAPITÁN MARIANO (interrumpe regañando): — ¡Marcia! ¡Martín! ¡Basta!

 

MÁQUINA (fría, metálica): —Uno de los elementos del sistema maestro de reparación autónoma era defectuoso. En el interior de su bolsa de instrumental biológico encontrarán el repuesto que necesito. Es una caja hexagonal que contiene un microprocesador.

 

CAPITÁN MARIANO (asombrado): — ¡La caja hexagonal!

 

MARTÍN (asombrado): — ¡Es increíble! ¿Cómo sabía que la traíamos? La sacaré de mi mochila.

 

CAPITÁN MARIANO (confundido): — ¿Cómo podés conocer todo sobre nosotros?

 

MÁQUINA (fría metálica): —No existe un solo detalle de la historia de su raza que no esté almacenado en mi memoria. Los he estado vigilando desde el comienzo de los tiempos. Segundo tras segundo. Milenio por milenio.

 

MARCIA (algo molesta): — ¡Qué chusma! ¡Qué metida!  ¡¿Por qué nos espiás?!

 

MARTÍN (susurrando): —Aquí está la caja, Mariano, e, capitán.

 

MÁQUINA (fría, metálica): —En este panel de circuitos que titila encontrarán el lugar donde colocar el componente electrónico.

 

OPERADOR: señal sonora.

 

CAPITÁN MARIANO: —Dame Martín, yo colocaré el circuito.

 

OPERADOR: pasos.

 

MARCIA (tensa): —Cuidado, Mariano.

 

MARTÍN (épico): —Cuidado, capitán.

 

CAPITÁN MARIANO (asombrado): —listo. Calzó perfecto.

 

OPERADOR: cesa señal sonora.

 

CAPITÁN MARIANO: —Bien, ya hemos cumplido nuestra parte. Te toca a vos responder nuestras preguntas. ¿Cuál es el verdadero origen de la vida? ¿Para qué hemos sido creados? ¿Cuál es el objetivo de nuestra raza?

 

MÁQUINA (fría, metálica): — ¿Es que todavía no lo has comprendido? Yo soy el origen de todas las cosas en este Universo. En cuanto al objetivo de su existencia, ya ha sido cumplido: necesitaba que alguien fabricara ese procesador hexagonal.

 

OPERADOR: Bajá zumbido oscilante. Hasta silencio.
 
Fin.

 

sábado, 15 de febrero de 2014

Radio-historieta.


PREPARATIVOS.

 

OPERADOR: viento sibilante, lejano.

 

NARRADOR: En el interior del módulo los jóvenes se alistan para la caminata marciana. Martín prepara con entusiasmo su mochila…

 

MARTÍN (sereno): —Microscopio, cámara fotográfica, grabadora, bisturí laser, la “PLAY”, el mp3, la tarjeta SUBE, el cepillo de dientes…

 

MARCIA (irónica): —Ja, y después critican las carteras de las mujeres.

 

MARCIA (molesta): —Ah. Este traje espacial no me queda bien. Me chinga. Y es corto de sisa.

 

MARTÍN (dudoso): —Capitán, el instrumental está completo, pero hay una caja hexagonal que se incluye en la lista. No sé para qué sirve. 

 

CAPITÁN MARIANO (sereno): — ¿verificaste qué contiene?

 

MARTÍN (dudoso): —Sí. Un circuito  muy complejo. No sé de qué se trata. Ni cuál es su función.

 

CAPITÁN MARIANO (sereno): —Bueno, la llevamos, si está en la lista por algo debe ser. Marcia, ¿revisaste tu equipo de comunicaciones?

 

MARCIA (preocupadita): —Sí, capitán. Pero no creo que  podamos contactarnos  con Tierra. Hay mucha interferencia.

 

CAPITÁN MARIANO (consolando): —Lo intentaremos luego. No te preocupes.

 

MARCIA (animada): —Mariano, digo, capitán.

 

CAPITÁN MARIANO: — ¿Sí?

 

MARCIA (entusiasta): — ¿Llevo las milanesas que me preparó mamá?

 

CAPITÁN MARIANO (serio): —Esto no es un picnic, Marcia.

 

 CAPITÁN MARIANO (arengando): —Vamos, controlemos nuestros trajes una vez más, carguemos las mochilas y partamos.

 

OPERADOR: pasos.

 

CAPITÁN MARIANO: — ¿Todo  listo?

 

MARCIA: —Listo.

 

MARTÍN: —Listo.

 

CAPITÁN MARIANO: —Bien. Cierren sus cascos.

 

OPERADOR: a partir de ahora, las voces se oyen desde el interior de los cascos.

 

CAPITÁN MARIANO (decidido): —Martín, abrí la escotilla.

 

MARTÍN: Sí, capitán. ¡Marte ahí vamos!

 

OPERADOR: siseo. Viento sibilante intenso. Pasos sobre grava.

 

MARCIA (ofuscada): - ¡Qué viento! ¡Hubiésemos ido a la Luna! ¡Más serenita!

 

MARTÍN (confirmando): - ¡Sí! ¡Y más cerca!

 

CAPITÁN MARIANO (interesado): - ¡¿Martín?! ¡¿Cuál es la velocidad del viento y la temperatura?!

 

MARTÍN (científico): -¡Registro ráfagas de más de 120 km por hora, capitán! ¡La temperatura, 63 grados 20 décimas bajo cero!

 

MARCIA (preocupada): -¡Fresquito para mi gusto!

  

MARTÍN (científico): -¡Y según mis cálculos por la posición del Sol deben ser cerca de las dos de la tarde marciana!

 

MARCIA (burlona): -¡No vemos ningún marciano por que duermen la siesta!

 

MARTÍN (latoso): -¡Y además Mariano, digo capitán, la presión atmosférica es de…!

 

CAPITÁN MARIANO (interrumpiendo): -¡Está bien Martín, ya es suficiente!

 

CAPITÁN MARIANO (seguro): -¡En aquella montaña está la entrada a la caverna! ¡Unos metros más y llegamos! ¡Vamos, sigamos!

 

OPERADOR: viento intenso. Baja hasta silencio.


LA ENTRADA.

 

OPERADOR: viento intenso. Pasos que se acercan.

 

NARRADOR: Los tres jóvenes marinautas, luego de una marcha dificultosa, llegan a la entrada de la caverna.

 

CAPITÁN MARIANO: — ¡Marcia, Martín! ¡Llegamos! ¡Ahí está la caverna! ¡Esa es la entrada!

 

MARCIA (algo asombrada): — ¡Uy, es re grande! ¿Vivirá alguien ahí dentro?

 

MARCIA (juguetona): — ¡Hola hay alguien ahí!

 

OPERADOR: eco. "¡Hola hay alguien ahí!"

 

MARTÍN (entusiasta): — ¡Capitán, recibo un fuerte campo electromagnético desde el interior!

 

CAPITÁN MARIANO (interesado): — ¡¿Y qué puede ser, Martín?!

 

MARTÍN (seguro): — ¡Podría ser un gran yacimiento de hierro!

 

CAPITÁN MARIANO (decidido): — ¡Bueno, revisemos nuestros equipos y entremos!

 

MARCIA (dudosa): — ¡¿Y qué se supone que haremos ahí dentro, Mariano, digo capitán?!

 

CAPITÁN MARIANO (firme): ¡Buscaremos agua! ¡Tomaremos muestras del suelo y las paredes! ¡Y por supuesto buscaremos rastro de vida, viva o fósil!

 

CAPITÁN MARIANO (decidido): — ¡¿Todo listo?!

 

MARTÍN: — ¡Sí!

 

MARCIA: — ¡Lista!

 

CAPITÁN MARIANO (decidido): — ¡Bien, enciendan las linternas y entremos!

 

OPERADOR: viento sibilante, pasos. Baja  hasta silencio.
 
LA CAVERNA.
 
OPERADOR: eco. Viento sibilante mantener como fondo. Pasos.  
 
NARRADOR: Los valientes astronautas entran sigilosos a la misteriosa caverna.
 
CAPITÁN MARIANO (algo tenso): —Parece muy profunda. Mantengámonos juntos.  
 
OPERADOR: ¡zuuunc! Cesa el viento sibilante de golpe. Se mantiene el eco.
 
MARCIA (asustada): ¡¿Qué fue eso?!
 
MARTÍN (seguro): —Han sellado la entrada con un campo de energía, capitán.
 
OPERADOR: golpes contra un vidrio.
 
CAPITÁN MARIANO (dudoso): — ¿Y quién pudo hacer eso?
 
MARCIA (tensa): —Capitán, los censores de mi traje indican que la combinación de oxígeno y nitrógeno en la caverna es… (con asombro) ¡Respirable!
 
CAPITÁN MARIANO (dudando): —Los míos también. Martín, ¿qué marcan los tuyos?
 
MARTÍN (parco): —Respirable, capitán. Además ascendió la temperatura, ahora es de… ¡24 grados!
 
CAPITÁN MARIANO (dudando): —Bien, abriré mi  casco yo primero.
 
CAPITÁN MARIANO (convincente y respirando profundo): —Huele bien. Pueden abrir sus cascos.
 
MARCIA (distendida y respirando profundo): —Uy,  más puro que el de Avellaneda es.
 
MARTÍN (distendido y respirando profundo): —Huele mejor que el Arroyo Plátanos. 
 
OPERADOR: interruptores de luz.  Y de inmediato un potente zumbido oscilante. Grave.
 
MARTÍN (asombrado): — ¡¿Luces?!
 
MARCIA (asombrada): — ¡¿Y ese ruido?!
 
MÁQUINA (fría, metálica, lejana): —Acérquense. Los estaba esperando.
 
MARTÍN (asombrado y algo temeroso): — ¡¿Y esa voz?! ¡¿De dónde provino?!
 
CAPITÁN MARIANO (firme): —Del otro lado de aquella saliente. Marcia, Martín, vamos. Veamos quien está allí.
 
OPERADOR: pasos. Aumenta volumen de zumbido
 
MARCIA (asombradísima): — ¡Es increíble, Mariano! (se corrige) Capitán.
 
CAPITÁN MARIANO (asombradísimo): — ¡Asombroso! ¡¿Qué es?!
 
OPERADOR: Zumbido oscilante. Intenso, luego baja hasta silencio.
 
Continuará.