sábado, 5 de noviembre de 2016

CONFESIONES IV

LA HIJA DEL ETERNAUTA.
Por
Hugo Rodríguez.

IV
CONFESIONES

Después de una noche larga de viernes, con preguntas y respuestas, con más dudas que certezas, Juan, junto con su familia y amigos, decidieron tomar en serio lo relatado por la viajera del tiempo  y planificaron  la semana para prepararse, ya sea para la fiesta o la 'invasión'. Juan y Elena aceptaron que la otra  Martita se quedara en casa, después de todo no podía andar por ahí con ese traje. Aunque  digitó su costado y el traje quedó totalmente transparente pero ella quedó desnuda, así que la vistieron con  ropa de su madre, por que las de su 'hermanita' le quedaban chicas. Ajustándolas un poco, la vestimenta materna se adecuó a su cuerpo. También vistió una peluca rubia para cubrir su cabeza calva. La joven  del  futuro dormiría en su cuarto, junto a su hermana del presente. Así lo decidieron Juan y Elena, después de todo cada vez eran menos las dudas de quién era esa muchacha, venida del porvenir, sino su propia hija.

            Cuando Favali, Polsky y Lucas  hacía tiempo que se habían retirado y Juan y Elena descansaban en sus aposentos, las jóvenes aún no conciliaban el sueño.
—Si quisiera podría quitarme el traje digitando una clave —le comentaba  Marta del futuro a su homónima del presente que estaba sentada a su lado, mientras ella permanecía recostada en una colchoneta en el suelo—. Marco los números en este teclado que tengo a mi costado  —continuó explicando—. No se ve, pero se puede sentir su relieve. Los símbolos no se entienden;  son dígitos de los 'Ellos' supongo. Yo memoricé una clave y asocié cada símbolo con un número de los nuestros y así manejo el resto de las funciones.
La joven crononauta le enseñó a manipular el traje, de manera tal que este cambió varias veces de color e incluso de forma: las muchachas  se divirtieron. Martita del futuro recordó a un joven que la esperaba allá y a quién ama. Sabe que su 'otro yo' del presente lo conoce y que recién empiezan a madurar sus sentimientos por él.
— ¿Ya conociste a Héctor? —La interrogó con picardía.
— ¿Vos también lo conocés? –Respondió, Marta del presente.
—Lo conozco aquí y allá. No te olvides que somos la misma persona. Lo que sentís y pensás, también lo siento y pienso yo. 
 — ¡No me podés decir la clave? —Preguntó Martita del presente para cambiar de tema.
—No es conveniente que la sepas —le respondió la viajera con una sonrisa—. Como comenté  hoy en el comedor, es peligroso que el traje desaparezca. Las dos no podemos ocupar el mismo tiempo y lugar.
— ¿Por qué? ¿Qué puede suceder? —Preguntó nerviosa, su 'otro yo' del presente.
—No lo sé.

Se miraron en silencio por un momento. La tertulia de las jóvenes continuó un rato más, hasta que la Martita del presente se acostó en la cama y las dos se durmieron.

ACTO REFLEJO

ACTO REFLEJO
Por
Hugo Rodríguez.

 ¡¿A vos te parece, pendejo?! Sí, pendejo. Tengo tu misma edad, pero igual tengo derecho a cagarte a pedo; a romperte la cara. Me hice mierda los dedos, la puta madre. Pero te rompí bien la jeta. Hablá, ahora, ¿eh? A ver, qué ganaste con ir a la casa. Hacer todo el quilombo que hiciste. Los vecinos, la policía. A las tres de la madrugada. ¡Gil de goma! ¡Pedazo de infeliz! ¡No te bancás un par de cuernos! ¡Borracho! Encima chupa el boludo. Si no sabés tomar. ¡Andá a cagar!

¡¿Te partí la boca?! Te lo merecías ¡¿Te arruiné la cara?! Te lo merecías ¡¿Te la hice pedazos?! ¡jodete, forro! Si la mina te cagó, te cagó. Boludo. Bo, lu, do. ¿O no sabés como son? ¡Claro que ya tenía el macho! ¡Estas son así! ¡No no! No intentés hablar. ¡Porque te bajo los dientes que te quedan!

Mirá cómo me hice la mano. ¡Carajo!  ¿Y mañana en el laburo...? Algo voy a tener que inventar.

¡Qué pedo que tengo! Qué quilombo armé por esa. Casi voy preso. Mejor me voy a dormir. Mañana junto los vidrios, me afeito frente a la ventana y listo.


Fin.