domingo, 2 de abril de 2017

GRANDES ESTEPAS HELADAS

…GRANDES ESTEPAS HELADAS…
Silvia Simonetti

García se despertó tenía frío y no sabía donde estaba. Quiso moverse, pero le pareció que toda su piel se resquebrajaría.
- ¡Tranquilo! -se ordenó mientras su cerebro lo ubicaba en la realidad de a poco.
Ahora sabía que estaba en el nicho, que había otros siete más y que estaban próximos a Io ya que él estaba despertando.
El otro dato de la realidad que siguió fue que estaba allí por una imposición que el sindicato había hecho a la megacorporación para la que trabajaba: en toda misión debía haber un obrero por cada siete científicos o ingenieros.
No le hacía gracia estar ahí, orbitando un planeta enorme y sulfuroso. Su tarea consistía en conducir sobre la incierta superficie de Io un transporte-robot. Para ello lo habían entrenado, le pagaban bien y computaba doble la antigüedad.
Recordó que debía moverse lentamente y no exigir demasiado a su cuerpo, en especial a los pulmones que sentía latir como pájaros asustados dentro de su pecho. Se apoyó con cuidado sobre el piso blanco y comenzó a caminar en dirección a la hilera de nichos. Esperó encontrar a los tres primeros desocupados ya que si él estaba despierto debían estarlo los otro tres, dos bajarían al satélite, uno quedaría a cargo de la nave principal y los restantes serían despertados para hacerse cargo del regreso a la Tierra. Sin embargo a través del vidrio escarchado de los visores vio los rostros de sus compañeros, debían estar despiertos, pero dormían sus sueños criogénicos.
Cinco nichos ocupados, dos vacíos: el suyo y el de su despertante. Giró buscándolo, la falsa gravedad lo hizo moverse raramente, se sujetó de una consola y siguió buscando.
- ¡ Amaya ! ¿Se llamaba Amaya? no importa- gritó su nombre y otra vez fue raro, sonó a hueco, a poco, a que nadie lo escuchaba.
Siguió caminando, apoyándose en los tableros, al principio se preocupó de no tocar nada que provocara una catástrofe, pero cuando al inicio de un pasillo transversal vio asomada esa pierna enfundada en el traje de la compañía se precipitó a toda carrera hacia allí sin importar los click que sentía sonar bajo sus dedos crispados.
Amaya estaba en el piso con la boca abierta y los ojos apagados. Lo sacudió con bronca sabiendo que era inútil, estaba muerto.
- ¡Qué hijo de puta! ¡ Amaya....! ¡Me cago en tu alma! Me despertaste y te moriste sin despertar a los otros- lo pateó con fuerza, quería matarlo él, que se muriera de nuevo ante sus ojos.
Volvió hacia los nichos, miró los monitores con los parámetros de cada uno de los dormidos y el comando de controles. Por una de las ventanas observó a Júpiter que ocupaba todo el espacio existente y a Io que acompañaba la órbita de la nave mostrando su superficie caldosa.
- Yo sólo sé manejar el carrito, no importa, son cinco, con alguno la voy a pegar, de arriba a abajo, de izquierda a derecha, como escribo aprieto los botones - estiró los dedos y los hizo crujir.
Las suaves curvas de los latidos criogénicos de Juárez fueron reemplazadas por una férrea línea continua y el sonido de una alarma.
García no se intimidó, probó con el segundo nicho y usó el procedimiento inverso, volvieron a sonar las alarmas. La cara del durmiente del tercer nicho le pareció a García que se contorsionaba en una especie de ruego desesperado, pero siguió adelante. Cuando llegó al cuarto nicho ni miró de quien se trataba y golpeó con fuerza las teclas, se tapó los oídos para no escuchar la alarma.
Se le ocurrió que la Corporación ya debía saber que algo andaba mal, seguro estuvieron tratando de comunicarse, pero pensó que Amaya había desconectado algo por eso nadie podía lograrlo, él no tenía la menor idea de cómo hacerlo, ni despertar dormidos, ni comunicarse con la Corporación, ni arrojar a Amaya al espacio, que ya estaba empezando a oler mal.
Se acercó al quinto nicho y miró a Zapata con su cara blanca y lustrosa como de cera.
- Te voy a dar una oportunidad flaco - le dijo golpeando el cristal con sus nudillos, se sentó recostándose contra la base del nicho, le pareció que Júpiter se los estaba devorando con su inmensa masa gravitatoria, ya no se veía a Io, seguramente alguno debería haber hecho una corrección de trayectoria.
- ¡Ma sí! alguien va a venir Zapata, comida hay, oxígeno también - tuvo un escalofrío y se sintió medio obligado a hacer algo para salir de esa situación, pero estaba cansado, había dormido durante tres meses y seguro que el pelotudo de Amaya no había completado como se debía el proceso cuando lo despertó y por eso se sentía tan débil. Decidió dormir un rato, soñó con desiertos y grandes estepas heladas.

Silvia Simonetti
Julio, 2012


Muchas gracias Silvia por compartir tu relato en este blog.