PACIENTE.
Por
Hugo
Rodríguez.
—Jamás
volveré a salir con mis pacientes: la terapia en el consultorio.
—No
es mala idea, sicóloga.
—No
te burles. ¿Adónde me llevás, Juan?
—Dejamos
el auto acá. Caminaremos.
—¿Pero
esto es el medio del campo?
—Así
parece. Bajá, Gisela.
—Yo
no pienso bajar.
—Bajá,
dale. No me obligués a apuntarte.
—No
es muy profesional lo mío, pero estás re-loco.
—Juntá
las manos.
—¿Y
ahora qué? ¿Esposas también?
—Sí.
—Juan,
no sigas. Me falta el aire. Es el asma.
—No,
no es el asma. Metete por ese sendero. Caminá, vamos.
—Juan
no sigas. Todo esto te lo estás inventando.
—Caminá,
dale.
—Hace
un calor de mierda.
—25
grados es una temperatura agradable.
—Para
vos. Yo sufro el calor.
—Lo
sé.
—Cuánto
vamos a caminar.
—Unos
metros, seguí.
—Es
una locura.
—Sí,
Gisela. Sin duda.
—Vos
no sos ningún extraterrestre. Yo soy tu sicóloga. Sufro de asma y
me falta el aire.
—Claro.
Tenés razón. Al menos una razón. Ahora sentate en ese tronco;
—vamos a descansar. La nave está cerca.
—Oh,
la nave, sí, por supuesto. ¿Dónde aterrizaste?
—Allá.
Junto a aquellos sauces, a un lado de este arroyo.
—¿Es
grande tu nave?
—Algo.
Un ovoide de una manzana, más o menos.
—Ajá.
¿Por qué no la veo?
—Bueno,
está activado el campo de invisibilidad.
—¡Oh!
invisible. ¡Qué oportuno!
—Por
supuesto. No era bueno que supiesen que estaba aquí ¿No te parece?
—Juan,
no sos de otro planeta. Sos humano. Como yo, como todos. Respirás de
este aire. Tenés pulmones, corazón y un físico...muy imponente,
por cierto.
—Sí
soy humano, Gisela. Pero no de la Tierra. De otra colonia.
—Bueno,
ahí vamos otra vez.
—Mi
físico es imponente, como vos decís, porque en 'Pirna', de donde
vengo, la gravedad es un tercio mayor que la de la tierra.
—No,
Juan ¡carajo! ¡No existe ningún 'Pirna'! Tenés ese lomo porque
hacés fierros y ¡seguro que tomás anabólicos que te plancharon
las neuronas!
—Levantate.
Seguimos.
—No
doy más. Necesito mi inhalador.
—No
sufrís de asma, Gisela. Estás apunada.
—Estamos
al nivel del mar, boludo. No tenés cura, Juan.
—Vamos.
Levantate y caminá.
—¿Es
necesario que me apuntes y que me amarres?
—Sí.
—Y
si me niego a caminar ¿serías capaz de matarme?
—No
lo dudes.
—Ok.
—Caminá
delante de mí, costeando el arroyo.
—Como
digas.
—¿Por
qué te detenés? seguí caminando, Gisela.
—Cuando
lleguemos a tu nave y la nave no esté -que es lo más probable- ¿Qué
me vas hacer? ¿Me vas a violar?
—Antes
me pego un tiro.
—Se
supone que el paciente se enamora de su analista.
—Vos
no sos sicóloga y yo no soy tu paciente. Ahora callate y caminá.
—No
puedo respirar, Juan.
—Ya
estamos cerca. En la nave vas a estar mejor.
—Sí,
claro.
—¿Y,
Juan? Veo los sauces, pero ¿la nave? ...minga.
—Frente
a vos.
—No
hay nada...pero sí oí un ruido ¿Qué fue?
—Se
abrió la compuerta. Entrá.
—¡No
me empujés! ¡Mierda! ¡Carajo! ¿Don...dónde estoy?
—Levantate.
Caminá hacia allá.
—Pero
¿qué es este lugar?
—Ahora
entrá allí. ¿Entrás o te empujo?
—No,
está bien.
—Ya
te podés quitar las esposas, están desactivadas, y no trates de
salir; hay un campo de fuerza.
—¡Ay!
¡Mierda!
—Te
lo dije.
—¿Dónde
estoy? ¿Qué carajo está pasando?
—Este
es tu calabozo, Gisela. Tiene el clima y la atmósfera de tu planeta.
¿Estás mejor?
—Sí…pero…
¡qué importa! ¿De qué me hablás? ¿Qué planeta?
—De
'Tersa'. Estamos en guerra con ustedes desde hace algún tiempo.
Mucho tiempo diría yo.
—Yo
qué tengo que ver con... 'Tersa' o como se llame.
—Sos
una 'tersiana'. Han hecho un buen trabajo con vos. Te creés humana.
—¡Soy
humana!
—¡Sos
una mierda 'tersiana'! ¡Sos un engendro del cosmos! y estás a punto
de estallar. Hubieses explotado en la Tierra y la hubieses destruido
como destruyeron otras colonias.
—¡Sacame
de acá! ¡Quiero salir!
—Vas
a salir. Te arrojaré al vacío, Gisela; para que explotés en medio
de la nada.
—¿Qué
querés decir?
—Que
ya dejamos la Tierra y el sistema solar; eso digo.
—No
oí que despegáramos. No oí motores o algo así.
—No
usamos motores, Gisela: plegamiento espacial.
—Qué
me sucede. ¿Qué le pasa a mis brazos?
—Son
tus tentáculos. Y ahora... humana... ¡fuera!
Fin.