lunes, 6 de febrero de 2017

LA HIJA DEL ETERNAUTA VII. FUSIÓN

LA HIJA DEL ETERNAUTA.
Por
Hugo Rodríguez.

VII.
FUSIÓN.

La noche fría del viernes, comenzó. El chalet de los Salvo, herméticamente cerrado, albergaba a un grupo humano que disfrutaba la tensa alegría de una falsa fiesta. Todos estaban a resguardo en el improvisado búnker, si la invasión que vaticinaba Martita era cierta. Pero si no, como ella misma había dicho, pasarían una agradable velada. Allí estaban los amigos de Juan con sus familias completas. También Ramírez, el vecino de enfrente y su esposa. La joven del futuro fue presentada como una sobrina de Juan, llegada de Mendoza, y así salvaron el parecido con su 'yo' del presente, que pasó por su prima.

La fiesta promediaba. Las jóvenes se habían encerrado en el dormitorio, buscando apartarse de la animosidad de los invitados. Quizás para estar juntas y distenderse, ya que parecía que el resto de las personas disfrutaban de la reunión, incluso los que sabían el real motivo del ágape.
De pronto un estruendo insondable, que hizo vibrar la casa, se escuchó desde la habitación de las jóvenes. De Inmediato se oyó también un patético grito. Todos acudieron al aposento. Elena abrió la puerta y encontró la pieza iluminada intensamente, algunos tuvieron que cubrirse los ojos. La luz provenía de todas partes, de todas las cosas, Elena, aún deslumbrada, pudo percibir a su hija que yacía de rodillas en el suelo. Martita emitía luz como el resto de la habitación pero enseguida la escena comenzó a normalizarse.
Elena, entonces se arrojó sobre su hija y la abrazó. Juan también se acercó, el resto de los invitados miraban aturdidos.
-¡Hija! ¿Estás bien? -preguntó alterado, Juan -¿Dónde está...tu prima?
-Yo le desactive el traje...-dijo trémula, la niña -yo conocía la clave porque yo era ella...lo hice porque tenía miedo por lo que viene.
La joven buscó la mirada de su padre:
-Papá, ella está aquí con migo. Ella y yo ahora somos una sola persona.
Entonces la niña levantó su blusa y dejó ver una cicatriz en el costado izquierdo de su abdomen.
Favali, Lucas y Polsky quedaron azorados. Elena y Juan miraron a su hija con asombro.
-Ya no tengo miedo -continuó la niña, ahora con voz firme-, y sé todo sobre como resistir la invasión. Crecí de golpe, como mi otro yo del futuro.

El conjunto de mujeres y hombres, no salía de su asombro. Atónitos por lo sucedido y tratando de encontrarle sentido a lo versado por la niña, guardaron un instante de reflexivo silencio. Silencio, dentro y fuera. Silencio, para dar lugar a un solo ruido. Un golpeteo similar a insectos chocando contra la ventana: los copos fosforescentes que comenzaban a caer. Los cuerpos se petrificaron al igual que las miradas. Martita dejó de observar la ventana para mirar el rostro de su padre. Ya no era él, ya era el viajero de la eternidad.

Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario