sábado, 1 de mayo de 2021

The time window

 

The time window

Time Machine Complex.

Under the Arizona desert.

Some Thursday in the future.


E sin falcones e sin adtores mudados.
Sospiro Myo Çid ca mucho auie grandes cuydados.


Sir, we have audio.

Okey. Turn up the volume.


exida de Biuar ouieron la corneia diestra,
E entrando a Burgos ouieron la siniestra.
Meçio Myo Çid los ombros e engrameo la tiesta:
Albricia Albar Ffanez ca echados somos de tierra.


We got the picture, sir.

Very good ! Open the window.

Yes sir.

A man with a guitar...

That's not a guitar, sir. That's a lute.

Okay. It's not important. The important thing is who is he?

Yes, sir...


Burgeses e burgesas por las finiestras son puestos.
Plorando de los oios, tanto auyen el dolor.


...Sir? !He is the one we were looking for!

Perfect ! Set coordinates !

Yes, sir.


Que a Myo Çid Ruy Diaz que nadi nol diessen posada,
E aquel que gela diesse sopiesse una palabra,
Que perderie los aueres e mas los oios de la cara,
E aun demas los cuerpos e las almas.


Fixed coordinates, sir.

Okey. To my account. Ready ?

Yes, sir.

One..


Grande duelo auien las yentes christianas.


Two...


Asconden se de Myo Çid…


Three...

...ca nol osan dezir nada…


Fire ! ...This will be a victory-savor Thursday.

Impact ! ...Target removed, sir.

Excellent !!! The Spanish language is dead !!!

Congratulations, sir




Olvido

 

Olvido


Ah, sí. El olvido existe. ¿Quién recuerda al tipo que ensartó el vigésimo sexto remache en la viga norte del octavo piso del Empire State? Nadie. ¿Habrá registro de los obreros que se jugaron la vida allí? Quizá, y suponiendo que sí; el nombre podría ser John Smith (por supuesto) ¿y?, pero ¿cómo era un día de su vida? Cualquier día. ¿Qué comía? ¿De qué hablaba con su esposa o con sus hijos? Y por las noches ¿qué soñaba? Seguro que nadie lo sabe, nadie lo recuerda. No tuvo la 'suerte' de morir reventado en el asfalto como algunos de sus compañeros, de ellos sí hay registro.

Tampoco hay recuerdos de los esclavos egipcios, aplastados o no por los bloques de las pirámides, esclavos que construyeron, justamente, esas pirámides. Si, si: extraordinarias obras de ingeniería, no hay dudas. Pero más obra de ingeniería eran las espaldas de esos pobres infelices y en especial, la de aquel infeliz, que dio el último empujón para que calzara al milímetro el séptimo bloque de la arista norte de la de Keóps, y andá a pifiarle: la ligabas.

Sin embargo, sí hay alguien que recuerda a esta gente, a estos 'guardados', guardados en cofres que se apilan en estantes infinitos. Ese alguien es el escritor. Ese tipo los conoce a todos, sabe de sus historias, sabe de sus sueños, conoce sus voces, retiene sus conversaciones al pie de la letra y con lujo de detalle, o al menos eso parece.

Esto me viene a cuento de una novela que leí hace mucho, bajo el árbol de mandarina: mi espalda contra el tronco, mi culo en el pasto y una pava (mi mascota) que se manducaba la radicheta mientras yo leía. Andaría por los quince, yo, claro. La pava, no sé. Atardecía, estoy seguro. Del título de la novela, nada, del autor menos. Recuerdo el nombre del héroe, eso sí: Misr (nunca supe como se pronunciaba), pero sí recuerdo su significado, risa o el que reía. Porque al parecer, según el autor, en aquella época a los esclavos los rebautizaban con desprecio: si eras tuerto, rengo, negro, rebelde, prisionero de guerra, etcétera, te nombraban para que no te olvides de por qué eras esclavo y el héroe de la novela reía, a cualquier cosa (buena o mala), él respondía con una sonrisa. Para los faraones y la nobleza de Egipto, la risa de este muchacho (sí, porque Misr era un adolescente al igual que yo cuando leí la novela) la risa de este muchacho, decía, ofendía a los guachos de la nobleza. Eso no hablaba bien de ellos ¿no? El escritor conocía los sueños de Misr. Había un capítulo dedicado a eso. El joven soñaba con huir, por supuesto. Regresar a su pueblo, reencontrarse con su novia. Claro que tenía una novia: Esther. (el mismo nombre de mi novia de entonces, pero sin ‘h’). También contaba con un amigo con el que compartía las cadenas, Makena: un negro de alguna tribu de África. Se contaban los sueños: el escritor debió escuchar esas conversaciones, quizá estuvo allí, de la manera en que los escritores 'están' cuando imaginan las historias.

Misr morirá en su intento de huir, no podía ser de otra manera y como no podía ser de otra manera, Misr murió con una sonrisa en los labios. Eso quizás se lo contó al escritor, el maldito lancero que lo mató y lo dejó a merced de los buitres, claro. Quizá no fue el lancero quién se lo contó, quizás lo escuchó, digo el escritor, el que salva del olvido a los olvidados, quizás lo escuchó como escuchan los escritores cuando imaginan las historias. No recuerdo muchas más cosas de la novela. Ni a dónde fue a parar el libro, ni de aquella tarde, ni de la planta de mandarina y muy poco de mi pava y de mi novia. Hay un señalador en mi agenda, muy ajado por cierto, soy profesor de secundaria, matemáticas, en el señalador se lee (es mi letra de adolescente): “La risa es una forma de resistencia; es la última libertad”. Debió pertenecer a la novela, seguramente.