LA HIJA DEL
ETERNAUTA.
Por
Hugo Rodríguez.
III
LA EXPLICACIÓN.
Elena
apoyaba su brazo en el hombro de Juan, mientras apretaba la mano de su hija del
presente, los tres permanecían de pie en un rincón del comedor. Lucas,
Polsky y Favali estaban sentados a la
mesa, este último más cerca de Martita -la del futuro-, quien se había sentado
en la esquina opuesta a la de su familia.
Favali le preguntó a Martita por su
extraño traje pero ella estaba algo abstraída, recorría la casa con su mirada y
no le contestó.
—Papá, mamá —Martita prefirió
hablar de otro tema—, qué hermoso es estar en casa otra vez ¿Puedo ir a mi
cuarto? —Miró a la otra Martita, como
pidiéndole permiso.
—No —le contestó Juan y quiso
ordenarle que no lo llamara papá pero le resultó imposible, de alguna manera
sabía que era su hija.
—Este traje me mantiene aislada
de este espacio y de este tiempo —Martita decidió responderle a Favali—, no es
conveniente que yo entre en contacto con alguno de ustedes, en especial con mí
otro yo. Y la miró a la Martita del presente.
—¿Porqué, que puede pasar? —preguntó
Polsky.
—No
lo sé muy bien, pero las dos no podríamos existir en el mismo tiempo y lugar,
así me lo explicaron.
—¿Quiénes? —inquirió el atento
Favali.
—Bueno —contestó la joven, algo
preocupada—, mis compañeros de lucha, pertenecen a un grupo de resistencia que
combaten a los 'Ellos', con mis compañeros logramos coparles un lugar donde
habían instalado una máquina del tiempo. Como algunos de los que integran la
resistencia son científicos, lograron descifrar su funcionamiento y tecnología.
Eso nos dio cierta ventaja y ahora le hacemos difícil la invasión.
—Parece que tu traje —Favali volvía
a preguntarle por la indumentaria— fuera en realidad dos.
El físico extendió su brazo para
tocarla, pero ella, casi aterrada, se inclinó para que no la alcanzase.
—¡No,
Favali por favor! No olvides que es
peligroso que me toquen o que yo los toque.
—¿Pero el traje no te aísla?
—Sí, pero mis compañeros del
futuro me pidieron que igualmente fuera precavida. No quiero que le pase nada a
nadie.
Superado
el momento de tensión, la joven crono-nauta continuó:
—Sí Favali, son dos trajes pero
en realidad no lo son sino que este indumento es como una ventana, por la cual
yo los miro desde mi espacio tiempo. Te lo explico como a mí me lo explicaron
allá —la joven se dio cuenta que todos le prestaban atención y eso la distendió—.
Imagínate dos globos de hule que están juntos y se tocan, cada uno representa
un espacio tiempo. Uno, el de ustedes, aquí y el otro, el mío, allá. Entonces
si yo tuviera la mano dentro de mi globo y empujara con uno de mis dedos la
pared del globo por la parte en que se tocan, empezaría también a empujar la
pared del globo de ustedes, metiendo mi
dedo dentro de su espacio tiempo, y el dedo quedaría revestido por dos capas de látex. Así que yo todavía estoy
'allá' y es como si estuviera espiándolos. ¿Se entendió?
El breve silencio que se produjo
fue interrumpido por la otra Martita:
—¿Y si tenés ganas de ir al baño?
Todos sonrieron un poco. Pero
Martita —la del futuro—no sonrió y agradeció a su 'otro yo' la pregunta Porque
entendía el sentido. Después de todo era ella misma quien se preguntaba. Una
pregunta femenina, intima. Las dos Martitas se comprendían, quizás como lo que
nunca tuvieron: hermanas.
—Bueno, mirá —Martita del futuro
le contestó—, tengo unos tubos y algunos cables que entran en mi cuerpo por
aquí.
Entonces la joven digitó otra vez
el costado izquierdo de su traje y un
círculo se hizo transparente a la altura
de su abdomen por donde se veían los tubos entrar a su cuerpo y los extremos
perderse en la nada. Todos se impresionaron y entonces la muchacha, al advertir
la aversión en el rostro de los
demás, oscureció la transparencia de
inmediato.
—Estas sondas —continuó la joven
del futuro— me mantienen vinculada a mi espacio tiempo y de ellas se nutre y
controla todo mi metabolismo.
—¿Para qué te han enviado aquí a
nuestro tiempo? —preguntó Favali.
—Para prevenirlos —Martita habló
a los presentes—, para estar mejor preparados esta vez, cuando los 'Ellos'
lleguen. Deberíamos estar todos juntos en mi casa, bueno en esta casa, con
nuestras familias. Nuestro vecino de enfrente también —la joven hizo una pausa—.
Antes que se asome por su ventana —dijo en susurro— y muera en contacto con la
nieve.
Los
presentes compartieron un silencio frío. Martita había extraviado su mirada en
un punto lejano del comedor. Luego se repuso y continuó:
—El próximo viernes por la noche.
Todos aquí, con armas; municiones y víveres —la hija del futuro se apresuraba a
hablar, quería decirlo de una vez lo que había memorizado—. Las ventanas y
puertas selladas —continuó su arenga nerviosa—, confeccionaremos trajes
aislantes para protegernos de los copos…
—Porque
no te tranquilizás un poco —interrumpió Favali, que limpiaba sus anteojos con
un pañuelo—, bebé algo, oh perdón, cierto que no podés. Decinos, Martita —el
físico le habló en un tono pausado—, vos
suponés que si les contáramos esta historia a nuestras familias ¿nos creerían?
¿Que sería fácil para nosotros convencerlos que vengan a —Favali buscó la
palabra— refugiarse a tu casa?
—Vos
me tenés que creer, Favali —le dijo la
muchacha, algo desconcertada, pero más tranquila—. No es necesario que sepan la
historia. Podemos organizar una fiesta como excusa —continuó, mirando al grupo—
para estar todos reunidos aquí. No hace falta que me crean, si lo mío es una
mentira o una locura, simplemente habremos pasado una hermosa reunión.
Juan
dejó de mirar a su hija del futuro y giró su cabeza hacia el rostro de Elena,
que ahora lo ceñía del brazo y luego observó el perfil de su hija, del presente, que intercambiaba
miradas con su 'otro yo'.
—Esperá un momento —afirmó Juan,
que volvió a mirar a la viajera del tiempo—, y vos ¿Dónde pensás estar durante la semana?
Una breve pausa heló las
miradas.
—Acá, en casa —respondió la
muchacha embutida en su extraño traje.