miércoles, 6 de noviembre de 2019

Oportunidad

Oportunidad

    "¿Querés una oportunidad?... Te la doy". Esas palabras me sonaron a música celestial, pero me giré para comprobar si no hablaba con otro. ¿Se dirigía realmente a mi? Perdoná, la escena transcurría en el despacho de mi nuevo jefe, el de la agencia de detectives. Yo, de pie, entre la puerta y su escritorio, muda, mientras él ordenaba unos papeles sin mirarme y yo pensaba que todo era una equivocación, no se por que. Sonó el teléfono y el colocó el auricular entre su cara y el hombro, continuando con los papeles. Las ideas se me cruzaban a mil por hora. ¿Quería darme una oportunidad a "mí"...? "Vení un momento, por favor", y yo "enseguida, señor". ¿Se había equivocado de extensión? Quizás. Era un tanto prematuro que siendo nueva me diese "una oportunidad", pero mi imaginación comenzó a volar. ¿Que qué esperaba? Un caso a lo FBI por supuesto, desde un asesinato múltiple hasta descubrir como la joven rubia platino se queda con los millones del  marido anciano, potentado impotente y penitente, con la ayuda del jardinero, que se la manduca no sólo en el huerto. ¡Qué sé yo! Me señala la silla mientras continuaba con el teléfono y los papeles. Estaba nerviosa y me senté pasando las palmas húmedas de las manos por mis pantalones nuevos. (Sí, unos marrones, no era cosa de comenzar un nuevo trabajo con mala imagen.) No me disperso, ¡sos vos la que preguntás! Sigo. Me dediqué a mirarme las uñas, luego los diplomas de las paredes y, finalmente, una foto de mujer —niños y perro incluidos— sobre el escritorio que, por algún motivo, el jefe guardó rápido en un cajón. ¿Pensará que soy chusma? Pues no lo soy aunque resulte inevitable quedarme con la imagen. De pronto deja el teléfono, acaba con los papeles, se reclina sobre su silla cruzándose de brazos mientras dice: "Te hice una pregunta". La respuesta fue una larga frase sin puntos ni comas acerca de "por supuesto todo lo que sea para eso estoy aquí con la mayor ilusión lo que me pida aunque pensé que sigo siendo nueva pero póngame a prueba yo ...". Qué vergüenza, por Dios. Me hubiese gustado escuchar, como en los set de cine, "¡corten! y repetir la escena desde el comienzo, diciendo lo justo, con seguridad y aplomo. Pero quien tenía que cortarla era yo. Me callé y esperé. Al rato iba camino de la calle y si bien la misión que me encomendaba era pura rutina para mis compañeros (que me deseaban buena suerte y aplaudían con exageración), para mí era excitante. Llegué a la cafetería indicada y me senté junto a la ventana. "Me traés fotos de todos los que entren y salgan de ese edificio -había dicho el jefe, dándome la dirección e indicándome la cafetería- hasta las 7 de la tarde". Pregunté que debía buscar pero no contestó. "Andá, llevate una cámara y a la calle. Suerte."
     No le quité ojo a la entrada intentando imaginarme que de allí podría salir desde el mismísimo Bin Laden hasta un espía ruso y vaya a saber cuántas posibilidades más que, por supuesto, me llevarían a la gloria... Comencé a sacar fotos poco emocionantes de una señora mayor con el changuito de las compras; del portero, con el mayor número de apariciones; una madre llevando a los niños al cole, trayéndolos de regreso, etc. En síntesis: salvo que el portero o un plomero que llegó justo mientras me comía una medialuna disimularan sus roles, todo era más que soso tirando a intrascendente. Hasta que salió una pareja. El franeleo fue de película, largo, intenso, como si estuvieran completamente solos inventando el amor. No podía dejar de sacar una foto tras otra y al mismo tiempo me sentía obscena. Cuando por fin se despegaron, ella se dio la vuelta y vi su rostro. Me llevó unos segundos reconocerla porque estaba sin niños ni perro, pero era ella.
   Al día siguiente el jefe me preguntó si eso era todo mientras pasaba sin mirar las fotos de portero, plomero y señoras varias. Le contesté que sí. Buen trabajo, asintió con una sonrisa. Oí un suspiro al salir del despacho, mientras abría el cajón y sacaba algo que seguramente volvía a ocupar un lugar sobre el escritorio.