lunes, 7 de marzo de 2022

KARL ESNEIR ARGUMENTO.


KARL ESNEIR
ARGUMENTO.

Alemania 1945.
Después de la guerra, algunos criminales nazis son llevados a juicio en Núremberg por las potencias aliadas: Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos. El mayor criminal de guerra, Adolfo Hitler, no asistirá: se había suicidado días antes que concluyera la guerra.
Karl Esneir(40, teutón), es un ex integrante de la Sturmabteilung (SA), una organización paramilitar nazi conocida como los “camisas pardas”,Karl persigue y asesina a miembros de la GESTAPO que intentan esconderse o huir de Alemania. Los mata en venganza por “la noche de los cuchillos largos”: una serie de asesinatos  que Hitler ordenó antes de liderar al partido nazi y así quitarse la SA del medio y sustituirla por la GESTAPO.
Estación de tren Straubing,sur de Alemania. Martes 16:45.
 
Una formación se detiene. La tarde es fría y el cielo, plomizo. Karl desciende junto a algunos pasajeros; de campera y boina gastadas, pantalones  y botines deslucidos, Karl se sienta en una banca; enciende un cigarrillo y espera.   
Oye las voces de los dos soldados aliados que custodian la entrada: los soldados piden documentos. Cuando el último pasajero abandona la estación, Karl catapulta el cigarrillo con los dedos y encara a la salida. Muestra sus documentos y convida cigarrillos a los soldados. Los saluda tocándose la visera de la boina. Karl se aleja.
Las calles de Straubing se muestran flanqueadas por algunos edificios derruidos y vehículos militares abandonados, tachonados de nieve. Luego de unas cuadras, Karl se detiene a pocos pasos de una esquina. Se para frente a un escaparate. Enciende otro cigarrillo, mientras tanto fija la mirada en el edificio que se refleja en el vidrio: edificio, con heridas de guerra, que se yergue a su espalda, en la vereda de enfrente. Karl espera.      
Unos minutos después, un sujeto, de sombrero y gabardina, abandona el zaguán. Karl lo oye alejarse. Catapulta el cigarrillo, introduce la mano por el costado izquierdo, por debajo de la campera y allí tantea su pistola Luder. Se gira y sigue al sujeto por una cuadra. Karl deja de seguirlo para rodear la manzana y emboscarlo en la esquina: Karl sabía que el sujeto doblaría en la siguiente. Cuando oye los pasos cercanos de la víctima, Karl extrae la Luder y se interpone delante del sujeto, le apunta al pecho y dispara. El sujeto se oprime con una mano el esternón, luego con la otra. La sangre brota entre los dedos. El sujeto cae de rodillas mirando a los ojos de Karl que aún le apunta. El sujeto se tumba de lado y el sombrero rueda hasta la calle. Los ojos del sujeto ya no miran.
Se oye un silbato. Algunas ventanas se cierran. Karl guarda el arma y regresa por las mismas calles a la estación de  Straubing. Los soldados no están. Karl rosa su visera y sonríe irónico al entrar. Se para al borde del andén y junto a otros pasajeros, Karl fuma y espera.

Estación de tren Passau, cerca de la frontera con Austria. Martes 18:15.

La formación se detiene. Karl desciende  y abandona la estación rumbo al bar de su amigo Hans. Allí comparte una mesa y unas cervezas con su amigo, se felicitan mutuamente por el asesinato del GESTAPO en Straubing y reafirman continuar con la venganza. Hans le entrega una nota con los datos de la próxima víctima. Karl y Hans comparten el mismo pasado en la SA. Hans le recuerda a su amigo porqué lo apodaban ‘la araña’: porque Karl sabe esperar a su víctima, espera a que caiga en la red que él le ha tendido. Karl le agradece los favores a su amigo: el empleo en el puerto y la habitación en la pensión. Hablan de la idea de Karl de cruzar la frontera y refugiarse en Braunau, Austria. Karl  ahorra dinero y espera a que todo se calme para cruzar la frontera, mientras tanto asesina a miembros de la GESTAPO.
Karl y Hans en la puerta del bar. Hans cierra el local: es toque de queda. Se despiden hasta el día siguiente. Hans le recomienda que abandone la avenida y se dirija a la pensión por los callejones. Karl le afirma que siempre lo hace.

Callejón, 20:00.

Karl asoma a una calle de unos 30 metros, cortada por las vías y demarcada por empalizadas ruinosas, enciende un cigarrillo mientras intercambia miradas con un gato que hurga en la basura. Karl camina hacia las vías junto a la empalizada de su derecha. Un temblor hace que se detenga (se acaba de abrir el Umbral), lleva la mano al interior de la campera: tantea la Luder. La voz de Ana le indica a que se cruce a la orilla opuesta. Karl obedece y ve la figura de Ana Müiler (30) enmarcada por el Umbral: un rectángulo de 2 metros de alto al que se lo podría confundir con un espejo parado en el medio del callejón. Ana viste un delantal desabotonado, de bajo un vestido de rojo metalizado, corto y ceñido. Sus pies calzan sandalias de taco aguja. Lleva el pelo, castaño, recogido en la nuca y porta anteojos de carey. A espaldas de Anna y en penumbras: el laboratorio nazi de los 60 con: tableros luminosos y columnas donde giran ruedas de cinta magnetofónicas. Junto a Ana, una mesa de trabajo con interruptores, potenciómetros, contadores e indicadores. Luego de presentarse y dar muestra de conocer a Karl, Ana le explica detalles del Umbral:se trata de un portal que comunica una Alemania, la de los 60(de Ana) y otra de los 50 (de Karl). La Alemania de Ana también está bajo el régimen nazi. Aún no se ha desatado la segunda guerra y las potencias cuentan con armamento atómico. Ana le confiesa que es miembro de la Resistencia que desea voltear al régimen. Ella es una infiltrada en el laboratorio, esto no le agrada a Karl que la trata de ‘traidora’ y de ‘cerda bolchevique’.
La Resistencia le ha encomendado a Ana que asesine a Klaus Meyer: el líder de la GESTAPO en su Alemania. La Resistencia le ha recomendado el uso del Umbral para tal fin. Ana convence a Karl para que asesine al Klaus Meyer de su lado, donde Klaus Meyer es un GESTAPO de poca monta y se hace pasar por un médico en el hospital de neurología de Plattling. A cambio, ella le pagará con lingotes de oro (mitad antes del asesinato y mitad después), lingotes que le ‘vendrían bien para sus planes de cruzar la frontera y vivir en Braunau’, le dirá Ana.  
Respondiendo a algunas dudas de Karl sobre el funcionamiento del Umbral, Ana le explica que se pueden pasar solo objetos (ella le oculta que eso se puede hacer siempre y cuando se desactive la función espejo.) Traspasar seres vivos no es algo recomendable.
Karl debe usar un arma especial: una pistola programable simulada en un maletín que Ana le pasará por el Umbral. Una vez asesinado Klaus Meyer en la Alemania de Karl, en la de Ana, la muerte de Klaus Meyer (jefe de la GESTAPO) parecerá un crimen interno, que provocará una crisis terminal en el régimen. Esta arma posee una batería nuclear que la puede alimentar por décadas. Cada vez que se cierra el Umbral la información desaparece de las computadoras, de manera tal, que nadie en el laboratorio sabrá por dónde anduvo el arma.  
Ana desactiva la función espejo sin que Karl lo note, toma el maletín con dos pinzas aparatosas que sugieren las tenazas del escorpión; se acuclilla y con cuidado, arrastra el arma hasta que atraviesa el Umbral y queda a los pies de Karl. Se miran. Ana lo invita a que pruebe el arma con el gato de la basura. Le propone que la programe a 5 segundos. Karl obedece y oprime el gatillo: un láser marca las costillas del gato. Luego de 5 segundos el gato maúlla de dolor y cae de costado. Karl se acerca al gato y ve el orificio sangrante en las costillas del animal. El gato muere con los ojos abiertos. Ana y Karl se despiden hasta la tarde del próximo día. El Umbral se cierra.

Cuarto de pensión. 19:00

Karl practica el uso del arma-maletín frente al espejo del ropero. Karl esboza la idea de quedarse con el arma y asesinar a Ana. Nadie en el laboratorio sabría dónde se encuentra el arma, ya que esa información se borra cuando se cierra el Umbral. Deja el arma sobre la mesa de noche, se sienta en la cama, prende un cigarrillo y contempla el arma antes de recostarse.

Oficina del puerto. Miércoles, 14:45.
 
Karl sentado a un escritorio come un sándwich. Mira el reloj en su muñeca, da los últimos mordiscos al sándwich y deja el escritorio, se acerca al perchero, se calza la campera, la boina, regresa al escritorio, se inclina y ciñe el arma-maletín que se escondía debajo. Karl abandona el puerto. Por las calles de Passau, sus pasos lo conducen hasta la estación. Allí espera de pie, segundos después el tren se detiene y Karl lo arriba. La formación parte.

Estación de tren de Plattling, 16:50.

La formación se detiene. La tarde es fría y el cielo, plomizo. Karl desciende junto a algunos pasajeros; de su mano derecha cuelga el arma-maletín. Karl se sienta en una banca; enciende un cigarrillo y espera. Oye a los soldados de la entrada. El último pasajero abandona la estación, Karl catapulta el cigarrillo y encara a la salida. Muestra los documentos; los soldados miran el maletín y Karl les convida cigarrillos. Los saluda tocándose la visera y finalmente, se aleja.
Camina unas cuadras hasta la casa de Klaus Meyer: una casa gris, de ventanas largas y zaguán. Frente a la casa, una plaza. Karl se sienta en una banca de espaldas a la casa; enciende un cigarrillo y espera. Mira a unos niños cuidados por sus madres que juegan en las hamacas. En una de las calles laterales se yergue un edificio con la bandera de EEUU y en la opuesta, otro con la bandera Soviética. Karl reflexiona sobre el mundo que se avecina: el de la guerra fría, que necesitará sicarios y él podría ser el mejor de ellos adueñándose del arma programable.
Karl oye la puerta del zaguán y los pasos de su víctima. Programa el arma a 5 minutos. Lo sigue a distancia de tiro por una cuadra y media. Por fin, dispara y el láser marca la espalda de Klaus Meyer. Karl se regresa y rodea la manzana apresurando el paso: no quiere perderse el espectáculo. Se detiene en la esquina justo en frente de la entrada al hospital. Ve al falso médico subir las escaleras, detenerse súbitamente y tocarse la espalda. Luego cae de rodillas y se tumba de costado. Se oyen algunos gritos. Karl sonríe abrazando el maletín.
Karl retorna por las mismas calles hasta la estación de Plattling.

Estación de tren de Passau. 18.00.

Karl en el bar con Hans. En la misma mesa los amigos beben cerveza. Karl le confiesa que no asesinó al GESTAPO de la lista, sino a otro: Klaus Meyer, en Plattling. Hans lo interroga por qué y de dónde sacó la información. El motivo es el mismo: venganza. La información se la dio una mujer que conoció. Hans le recuerda que las mujeres no son su fuerte, que lo engañan con facilidad, que todas esconden un aguijón. Que ellas son el escorpión y que él es ‘la araña’.
Para tranquilizar a Hans le regala unos lingotes y le pide no hablar del tema, que solo la verá una vez más y que luego seguirá con la lista de Hans. Además, le comenta luego que Hans lo interrogara por el maletín, sobre sus nuevos planes: será un sicario perfecto para el mundo que se viene. Rato después Hans cierra el bar y los amigos se despiden hasta el otro día.

Callejón,20:00.

Se abre el Umbral y Karl, con la maleta que cuelga de su mano derecha, se para ante Ana. Ana no ha desactivado la función espejo -esto no lo sabe Karl-. Él le afirma que no le entregará el arma. Ella le aclara que el laboratorio podrá recobrarla en cualquier momento. Karl le recuerda que ella le dijo  que los datos en las computadoras se borrarán automáticamente ni bien se cierre el Umbral y que, por lo tanto, nadie sabrá dónde está el arma. Ana le aclara que ella sí lo sabe, entonces Karl le apunta (el arma está programada a 3 segundos) y le dispara, pero para su sorpresa el láser rebota y señala a su propio pecho. La bala surge en su corazón. El maletín cae al piso. Karl se arrodilla conteniendo con la mano la sangre que brota de su pecho y luego se derrumba de costado. Ana ha contemplado la escena con frialdad: la  carta que había jugado resultó. Desactiva la función espejo, toma las pinzas, se acuclilla ante Karl, que aún agoniza, y mientras recupera el arma con las pinzas, le aclara que esperaba eso de él, porque lo conoce muy bien. Porque en la Alemania de ella el füher no es Adolfo Hitler si no, Karl Esneir.
Ana se yergue; el Umbral se cierra y Karl exhala su último aliento, muriendo, al igual que el gato en la basura, con los ojos abiertos y bajo los primeros copos de la nevada.