miércoles, 1 de junio de 2022

Soledad

Shenyang, China. año 4720, bajo el signo del Tigre del agua: rey de todas las bestias que espanta la mala suerte.

Hola Isabel (no estuve en China, tranqui) me enamoré de tu relato. Todavía gira en mi cabeza. Lo pienso mucho. Todas las historias que nos contamos en el taller tienen su magia y su encanto, pero cuando uno ahonda en un relato en particular, ese encanto y esa magia se agiganta. Eso me sucede con tu cuento, trataré de contenerme para no disgregar la carta. Bien, estimada Isabel, empecemos por ... ¡El final! ‘, murió pisoteada al atardecer’ ¡Ya lo decidí!: quiero morir al atardecer, eso sí, que me pisoteen a la nochecita, ja,ja. ¡Ese tiene que ser el título! El lector quedaría reenganchado, Isabel, el sujeto lo leería si o sí. Todo el relato estaría preocupado por Soledad: ‘va a morir pisoteada en cualquier momento’ lo tendrías en una tensión permanente. Aunque, no, Isabel, tranquila, no toques nada, no cambies nada, que tu relato así está muuuuy bueno. Además, ‘Cosa juzgada’ como final, cierra, pero... Sigamos, ortografía y sintaxis, ni hablemos, porque soy de madera en eso. Quizás, con mucha audacia, me animo a atraer tu atención en una oración por allí ‘salió a la calle nerviosa’ el adjetivo, cerquita del sustantivo, que sería Soledad, entonces mejor: ‘salió nerviosa a la calle’ para que quede claro que la asustada es Soledad y no la calle. ¡Pero incluso, esta oración, Isabel, tampoco la cambies! Ya te diré por qué. Muy bueno el nombre del personaje: Soledad, sin duda. No se puede llamar de otra manera. Bueno, quiero ir a este punto, cuento más o menos cinco secuencias, (es saludable para el lector - personaje del cual nos olvidamos siempre- y saludable también para el estilo, separar las secuencias con un interlineado, también es bueno, si se puede, unirlas con conectores, ‘horas más tarde’ ‘al otro día’ a mí me agradan, son tontos, pero funcionales, en especial, en la secuencia a continuación de la falsa cita en la esquina de McDonald, en que Soledad piensa, a la salida del médico, supongo, en las palabras que este le dijo. Porque parece que al lector no le queda claro el ‘cuando’ si al otro día o a la otra semana y más importante que el día, es el momento, porque la pobre Soledad será pisoteada al atardecer, (moriré al atardecer, Isabel, ¿ya te lo dije, no?) entonces Soledad habría salido del médico a primeras horas de la tarde, más o menos. Para luego, en la casa, pincharse con los alfileres de la abuela y etc. Creo que por acá tengo que cerrar un paréntesis que en algún lado lo abrí). Como te decía antes, no cambies nada de tu relato, no pongas conectores, ni interlineado, y como te decía no tan antes, quiero ir a este punto: las voces del comienzo:

"¡Gorda chancha!"

"¡Largá los postres!"

"¡Ay nena, con ese cuerpo nunca vas a conseguir novio!"

"¡Se armó la gorda!"

"¡Qué lástima! Porque de cara sos bonita"

"¡Noooo, talle para vos no hay!" 

¡¡¡Excelente comienzo, Isabel!!! Si esto fuese cine, seguro que estas voces se oirían mientras la pantalla permanece a oscuras. ¿Dónde suenan esas voces? Si no se describe lugar alguno, entonces las voces suenan... en la interioridad de la protagonista, ¡genial! Y luego le das al lector la imagen de Soledad que ‘escuchaba, bajaba la cabeza y callaba. Aunque lo peor era la escuela, ese infierno.’. Bien y nos detenemos en esta última oración: ‘Aunque lo peor era

la escuela, ese infierno’. ¿Quién dice esto? ¿La protagonista? ¿El/a narrador/a?. Bueno, querida Isabel, en el taller conocimos dos narradores, el omnisciente y el testigo y hay otro por allí, muy usado por el Cortázar, el narrador equisciente, que básicamente es pasar un narrador en primera persona a tercera persona, entonces se produce esto de que el narrador conoce al protagonista (porque es él mismo), sabe lo que piensa y siente (narrador omnisciente), y de los otros personajes no sabe lo que siente, con ellos se comporta como narrador testigo. Bien, aclarado lo oscurecido, y aquí comienza lo lindo de tu relato, ¿Quién narra? ¿Quién conoce tanto a Soledad? ¿Quién dice esa oración, entonces?: ‘Aunque lo peor era la escuela, ese infierno’ o esta otra: ‘Había dos posibilidades: que fuera otra broma de mal gusto o que fuera verdad’. Sí, Isabel, lo dice la narradora y lo dice Soledad: Soledad se está narrando así misma desde la tercera persona. La historia, tu hermosa historia, Isabel, nos la narra una pre-adolescente, una chica que recibe notas en el aula, bellísimo y encima del chico que le gusta. La narradora sufre de amor al igual que Soledad... porque es ella misma. Me emocioné. Esperá a que recupere el aliento. ... Ya está. En el cuento de Cortázar ‘No culpen a nadie’ o ‘como ponerse un pulóver y no morir en el intento’, ja, ja. Algunas interpretaciones dicen que usa el equisciente, entonces como el final siembra dudas podría ser que ese narrador sea el protagonista desdoblado en tercera persona, su alma, que revive el momento previo a la caída del balcón, de su muerte (a este no lo pisotearon). ¿Coincide con tu relato? ¡Yes! En tiempo y forma. (No aclara el momento del día, pero seguro que fue al atardecer, es el mejor momento para morir). Y volviendo a las voces del comienzo: “Gorda chancha” “largá los postres” y las otras, esas voces suenan en la cabeza de la protagonista y en la de la narradora también. Quizá Soledad no se ha desdoblado aún y como en el cuento de Cortázar, podría ser el alma de Soledad. Te la termino acá, Isabel. Por eso, no cambies nada, no toques nada, que no se pierda esa voz pre adolescente que narra sin conectores, que precipita el final, que abusa del pronombre ‘su’, que pone el adjetivo lejos del sustantivo, que fue discriminada, que se nombra una sola vez en todo el cuento, que sufrió el desamor, que se pinchó, que se desinfló y el máximo horror: morir pisoteada, hasta después de muerta sufrió el desprecio de los ‘otros’. Si la narradora es el alma de la pobre Soledad, de que ‘otra’ manera podría relatar su propia angustia, o su propia liberación, si no es de la forma en que vos, Isabel, la escribiste. El desafío: escribite un relato en el que el narrador (en tercera persona) sea un espejo. No me odies.

Un beso grandote. Una agrado que seas mi compañera de taller y seguiré pensando tu cuento.