viernes, 24 de abril de 2015

Las dos 'D'


LAS DOS ‘D’.

Por

Hugo Rodríguez.

 

 

—Diana.

 

—Ah. Daniel. No te vi.

 

—Entré por 47. Vi que salías de la biblioteca. ¡Hermosa mañana! ¿No?

 

—Sí. Los pájaros están muy bochincheros. Se viene la primavera.

 

—Permitime que te lleve los libros.

 

—Sólo voy hasta Electrotecnia.

 

—Sí, lo sé. Si te pasás la vida ahí.

 

—Tenés razón. Dentro de unas horas probamos  el ciclotrón.

 

— ¿Nerviosa?

 

—Por supuesto. Y más, sabiendo que viene el teniente Ramírez.

 

— ¿Y a qué viene, ese?

 

 —A supervisar la prueba. Es del gobierno.

 

—Todo va a salir bien. Mario Báncora es un científico de mucho prestigio. Una mente brillante.

 

—Sí. Sin duda. Estudió junto a Lawrence y se animó a construir el primer ciclotrón de Sudamérica. ¡Y lo instalamos aquí! ¡En La Plata! ¿¡No es extraordinario!?

 

—Y vos te atreviste a modificarlo. Eso es también extraordinario. Ustedes las mujeres van a gobernar el mundo.

 

—Puede ser. Ahora votamos.

 

—A mí ya me gobernás vos.

 

—Daniel…

 

— ¿Sabés? Cuando sonreís te parecés mucho a Eva Duarte, la actriz  ¿la conocés?

 

—Comportate, por favor.

 

—De acuerdo. Te dejo los libros. ¿Venís al bufete  después de la prueba? Así festejamos.

 

—Es una buena idea.

 

—Macanudo. Nos vemos entonces. Chau y suerte.

 

—Chau.

 

* * *

 

—Teniente Ramírez. Bien venido. Llegó temprano.

 

—Doctora Diana, un gusto de verla. El general Domingo Mercante le envía sus saludos.

 

— ¿Eh?

 

—Sí. No se sorprenda. Usted ya es una persona a la  que se le presta mucha atención. 

 

—Bueno. Muchas gracias, a usted y al presidente Mercante, por supuesto.

 

—Se lo haré saber. ¿Y cómo va todo? Algo me contó el ingeniero Báncora. Pero me gustaría su opinión.

 

—Bueno ¿Si me lo permite Báncora?

 

— Adelante, m' hija. Este proyecto es más tuyo que mío.

 

—Gracias, doctor. Bien, cómo recordará, teniente, en el interior del ciclotrón,  hay dos cámaras cilíndricas de vacío en forma de 'D' mayúscula enfrentadas en espejo, que los norteamericanos las denominan 'Dees', y nosotros, bueno, también. Entre las 'Dees' hay una fuente de iones y de ahí obtenemos protones.

 

—Sí, entiendo. Continúe.

 

—Bueno, en las 'Dees', cuando se activa el ciclotrón, circula un poderoso campo magnético  en el sentido del eje del cilindro, ese campo magnético captura los protones y los hacen girar dentro del ciclotrón a una gran velocidad, dotándolos de una poderosa energía.  Luego las partículas  escapan por uno de los extremos, en forma de haz de protones, y se impactan en una placa y, digamos que, al romperse los protones, nos revelan de qué están hecho: el misterio de la materia. 

 

—Eso más o menos lo tengo claro. Ahora ¿en qué consisten las modificaciones?

 

—Hemos agregado un sistema de radiofrecuencia para generar un campo eléctrico alternante y entonces obtendríamos, en vez de un chorro de partículas, pulsos de partículas, dándole más precisión al haz. Aumentaremos también la energía del rayo, que hasta ahora es de 100 mega electronvoltios y pensamos obtener en la prueba una energía de 700 a 800 mega electronvoltios.

  

 

—Muy bien doctora. Ahora dígame, ¿Podemos usar un núcleo de uranio, para obtener los protones?

 

—Sí, pero los riesgos…

 

— ¿Si me permitís, Diana?

 

—Adelante, doctor.

 

—Vea, Ramírez, sé a dónde quiere ir. El ciclotrón abre dos puertas: una hacia la paz y la otra, ya sabemos.

 

—Ah ja.

 

—Se han hecho pruebas con el haz de partículas en medicina. Sirve para deshacer tumores en la cabeza sin dañar el tejido cerebral.

 

—Sí, entiendo Báncora. Pero debe comprenderme, soy militar y estoy aquí para cumplir una misión. Pero mejor dejemos el tema para otra oportunidad.  Si les parece podríamos empezar con la prueba.

 

* * *

 

— ¿Van a recolectar miel? ¿Y esos trajes?

 

—No, teniente. Es para protegernos de la radiación.

 

— ¿Ha Habido alguna fuga? ¿Salió mal la prueba?

 

—No lo sabemos. Pero ha subido dos puntos la emisión  gama en la sala del ciclotrón. No es peligroso. Nos ponemos los trajes sólo por precaución.

 

— ¿Le ayudo  con el cierre, doctora?

 

—Sí gracias, Ramírez. Y alcánceme esa caja, por favor, es el contador GEIGER.

 

—Cómo no.

 

— ¿Entramos, profesor?

 

—Sí, adelante Diana.

 

—Revisaré el foso.

 

— Yo miraré la placa. ¡Báncora! ¡Vea esto!

 

— ¡Es increíble! ¡Y flota en el aire! ¡Se puede ver a través de él!

 

—Es un aula. Es el Nacional.

 

— ¡¿Profesor Báncora?! ¡¿Diana?! ¡¿Qué sucede ahí dentro?!

 

—Que dice el contador, ¿Diana?

 

—De aquí proviene la radiación gama. Pero es muy baja. No hay peligro.

 

—Me quitaré el visor. Quiero verlo con mis propios ojos.

 

—Yo también.

 

— ¡Báncora! ¡Diana! ¡¿Qué sucede?! ¡¿Están bien?!

 

—Sí. Pase no más Ramírez, no es peligroso.

 

— ¡Carajo! ¡¿Y eso qué es?!

 

—No lo sabemos. Sin duda surgió al momento de la prueba.

 

— ¡Es como una bola de cristal! ¡Se puede ver a través de él! ¡Es una clase de secundaria! ¡Caray, es increíble! Y bueno, profesores ¿De qué se trata?

 

—Sí, es el Colegio Nacional. El de acá, de La Plata. El de avenida 1. Y es el aula del segundo piso. Vea profesor por aquella ventana: el monumento a Brown, en la plazoleta de 52. Es el salón que da al sur.

 

—Ah ja. Al parecer ellos no nos ven, ni nos oyen.

 

—Quiere decir, Báncora que esta pelota de cristal flota en el aula y los alumnos y esa profesora ¿no la ven?

 

—Así parece, Ramírez.

 

—Pero ¡la pucha! ¿Qué es esto? ¿Qué explicación le dan?

 

—No tenemos una explicación. Sólo podemos conjeturar.

 

—Bueno, deme una conjetura, Diana, por favor.

 

—Podría tratarse de un agujero, sólo que en vez de dos dimensiones, tiene tres. Por eso parece una pelota. ¿Báncora?

 

—Estoy de acuerdo con vos, Diana: un agujero esférico.

 

— ¡Ufa, profesores! ¡Hay que entenderlos a ustedes! ¿Eh?

 

* * *

 

—Bien, les diré algo profesores, por el momento no vamos a difundir este fenómeno.

 

— ¡Pero, teniente, es importante que lo conozca la comunidad científica! ¡Es un descubrimiento que escapa a nuestra capacidad!

 

—Tranquilícese,  Diana,  la comprendo. Pero por ahora no haremos ningún anuncio. Primero debo informar a mis superiores y luego veremos.

 

—No sé por cuanto tiempo podremos ocultar el suceso, Ramírez.  Además, así como vino puede desaparecer en cualquier momento.

 

—No se preocupe, profesor. Se dará a conocer a su debido tiempo. Les enviaré un equipo de filmación y cámaras fotográficas. Debemos documentarlo.

 

—Sí. Esa es una buena idea.

 

—Si les parece, Báncora, Ramírez, iré al Nacional. Seré discreta. Comprobaré si hay algo en esa aula. Por qué sospecho que estamos ante un fenómeno más complejo aún.

 

— ¿A qué te referís, Diana?

 

—Primero me gustaría confirmar lo del aula, profesor, y luego le aclaro. ¿Teniente, puedo ir?

 

—Vaya usted, Diana. Confío en su discreción. ¿Profesor? Al resto del personal manténgalos informados, hasta ahí no más.

 

—Bien.

 

—Iré a notificar a mis superiores. Les enviaré el equipo de filmación.  Y, según las novedades, los veré más tarde. Aquí le dejo este número de teléfono, profesor. Es una línea especial. Llámeme ahí, cualquier cosa.

 

—Muy bien. Hasta luego, Ramírez. Diana, regresá pronto, por favor.

 

—Sí, profesor.

 

* * *

 

—Diana. ¿Cómo te fue?

 

—Vamos al ciclotrón. Le explicaré allí.

 

—Ha habido cambios, Diana.

 

— ¿A qué se refiere?

 

—Miralo vos misma. Vamos.

 

— ¡Pero por favor! ¡Es enorme!

 

—Cuadruplicó  su tamaño.

 

— ¿Cuándo sucedió?

 

—Hace unos minutos. Ha absorbido parte del ciclotrón y de la pared.

 

—Me doy cuenta, sí.

 

— ¿Y cómo te fue con el aula?

 

—Conozco al rector. Le pedí que me dejara recorrer un poco los pasillos. Nostalgia. Justo se dio el recreo y aproveché para entrar al aula. Bueno, confirmé lo que sospechaba: en el aula no hay nada y además, ese mapa que cuelga allí, el de Europa, allá no estaba. Las paredes tienen otro tono de pintura. Reconocí algunos de los chicos en los pasillos, pero vestían de otra forma.

 

— ¿Cuál es el punto, Diana?

 

—Es otro mundo, profesor. Un mundo paralelo.

 

—Comprendo: miramos a través del agujero, hacia un mundo semejante al nuestro.

 

 —Sí. Hemos abierto una ventana espacio temporal.

 

—Debemos convencer a Ramírez de informar a otros científicos.

 

—Estoy de acuerdo.

 

—Me dejó un número de teléfono para que lo llame por cualquier cosa. Lo llamaré.

 

—Bien. ¿No ha habido cambios en la radiación gama?

 

—No. Sólo creció de tamaño.

 

—Voy hasta el bufete, me muero de hambre. ¿Le traigo algo profesor?

 

—Sí, un pebete de jamón y queso y una VIDÚ. Decile a María que me lo prepare como siempre.

 

— ¿Quién es María?

 

— ¿Cómo quién? La del bufete.

 

—Claro, sí. Ya regreso.

 

* * *

 

—Buenas tardes, señorita.

 

—Buenas tardes, Diana ¿Qué le sirvo?

 

— ¿Me conoce usted?

 

—Sí, Diana García, de electrotecnia. ¿Se siente bien?

 

—Sí, sólo que yo, bueno ¿No se encuentra Daniel?

 

— ¿Daniel?

 

—Sí, el muchacho que atiende el bufete.

 

—Pero Diana ¿Qué le pasa? Si el bufete lo atiendo yo desde hace tres años.

 

— ¡No puede ser! ¡Estuve con él por la mañana! ¡Yo a usted no la conozco!

 

—Soy María, profesora. Pero ¡Profesora! ¿Adónde va?

 

* * *

 

— ¡Miren eso! ¡Es como un globo gigante!

 

— ¡Por Dios! ¡Báncora!

 

— ¡No conviene que entre, profesora!

 

— ¡Pero Báncora está ahí dentro! ¡Y hay otras personas también!

 

— ¡Sí, pero es peligroso!  ¡No sabemos de qué se trata! ¡Parecen dos lugares superpuestos! ¡El Colegio Nacional dentro de Electrotecnia! ¡Es muy extraño! ¡Es una cosa de locos!

 

—Claro. 'Daniel ¿Dónde Estás?'

 

— ¡Sigue creciendo! ¡Corran! ¡Corran! ¡Aléjense todos! ¡Vamos! ¡Vamos profesora!

 

* * *

 

—Diana.

 

—Ah. Daniel. No te vi.

 

—Entré por 47. ¡Hermosa mañana! ¿No?

 

—Sí. Los pájaros están muy bochincheros. Se viene la primavera.

 

—Permitime que te lleve los libros.

 

—Sólo voy hasta la biblioteca.

 

—Lo sé. Me gusta caminar junto a vos. A las tres termino en el bufete. ¿Nos vemos a la salida?

 

— ¿Puede ser a las tres y media? Tengo que catalogar.

 

Bueno, sí. ¿Te conviene el trabajo en la biblioteca?

 

—Lo preciso. Me ayuda con la carrera.

 

—Mirá que seguir doctorado de física. ¡Fijate vos!

 

—Es una carrera prometedora. ¿Viste que la central atómica de Ezeiza adquirió un ciclotrón? Allí me gustaría trabajar.

 

—Creo que algún día lo vas a lograr. Ustedes las mujeres están ganando mucho terreno.

 

—Bueno, ahora ya votamos.

 

— ¿Sabés? Con el pelo recogido te parecés a Evita.

 

—Pero vos no te parecés al general Perón.

 

* * *

 

— ¡Ufa! No terminaba más, con esos libros. Disculpame, Dani.

 

—Está bien. Mirá. Lo tallé mientras te esperaba. 'D y D'.

 

— ¡Pobre árbol! Vamos.