Los herederos
Hay
una mansión de dos pisos, sótano y nueve habitaciones, escondida en
una calle oscura cerca de la plaza del Congreso. Muertos todos sus
habitantes, a lo largo de 62 años, permaneció mucho tiempo vacía.
Parece que se empeña en seguir así. Cerrada.
Llegó
con un poco de miedo a la producción fotográfica. Y eso que ella
misma había elegido al maquillador y peinador. Hacía frío en el
lugar y costó romper el hielo. "No, fotos en la terraza no, por
favor", rogó la actriz, al comienzo, enfundada en un tapado.
Pero con el correr del tiempo, Débora Funes se fue relajando. Su
cuerpo tomó calor, entró en confianza y se aflojó. De hecho, al
rato accedió a posar al aire libre donde hicieron varias de las
tomas.
En
1930, una viuda compró el lugar en el que, cuando falleció,
siguieron viviendo sus hijos: Elisa Galcerán, profundamente
religiosa, y cinco varones que disfrutaban de su soltería y ponían
en conflicto la moral de su hermana. Jóvenes, profesionales y
exitosos, de pronto comenzaron a morir. Ella iba cerrando, después
de cada entierro, una a una sus habitaciones.
Dijo
"Sí" cuando le ofrecieron tomar algo y pidió un cortado.
Mas tarde, picoteó una masita seca. Se mostró encantada con el
vestuario y no tuvo ni una queja. Jugó con la lente del fotógrafo:
posó parada, sentada, de costado, de perfil, sin decir ni mú. Eso
sí: cada tanto pedía chequear las tomas en la cámara digital del
fotógrafo.
La
casa fue achicándose y vaciándose hasta que se clausuró el
subsuelo, donde el último Galcerán solía encontrarse a escondidas
con la mucama. Algunos dicen que Elisa los fue envenenando, pero ese
secreto se lo llevó a la tumba. Desde entonces, los herederos tratan
de vender la propiedad. Y no lo logran.
Distendida y como abstraída del
mundo, nunca preguntó la hora ni se mostró apurada. Sobre el final
(la sesión de fotos duró poco mas de cuatro horas), la música que
salía del grabador, sintonizado en una FM de tango, la terminó de
inspirar. Y para sorpresa de todos, Débora improvisó unos pasos de
2x4, mientras tarareaba el tema. Daba gusto verla y parecía otra:
mas despojada, mas liviana y sin coraza. Hubo aplausos, por supuesto.