El chico marciano.
El chico marciano estaba parado
junto a una pila de latas de aluminio cerca de la cinta
transportadora y miró fijo al terrícola que salía del iglú. El terrícola le devolvió la mirada y pensó que le pedía una limosna.
Recibió un billete de cinco mones, cantidad ínfima aunque
suficiente para dos panchos, una gaseosa y un alfajor. El chico no se
movió; con la apariencia de no darle importancia, guardó el billete
en el bolsillo, el único sin agujeros, y antes de que el terrícola
posara la bota en la cinta, el pequeño marciano, con una voz dolida
pero segura preguntó: "¿Tenés latas?"
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