lunes, 8 de diciembre de 2014

BICÉFALO.
por
Hugo Rodríguez.
El mar te ha llamado, Libelú. Ha rugido como nunca. Vuela, agita tus alas, vuela más alto que las montañas. No temas, que Rojo-luz te guía desde el cielo. 
En la mañana, entre nubes de amoníaco y una luna carmesí, la niña-libélula surge de las montañas  y se precipita hacia la playa. Revolotea sobre la arena, tensiona las alas, estira los brazos y se posa dócilmente.  Las puntas de sus orejas señalan al mar, y las esferas plateadas de sus ojos se fijan en los paracaídas henchidos que flotan y se hamacan en las olas, serpenteando los cordeles.
Ten cuidado Libelú, ¡es enorme! No es como la medusa del lago, la que ha herido al pez. ¿No lo entiendes?  Estás al otro lado de las montañas. Algo ha logrado escaparse de sus hilos. Se ha arrastrado por la arena. ¡Sigue las huellas Libelú, no temas, síguelas!
La niña advierte las pisadas que se pierden más allá, en la espesura. A saltos y aleteando va tras aquellas marcas.
Tumbado en la maleza, embutido en su traje espacial, un astronauta se asfixia, boquea intentando llevar aire a sus pulmones en esa atmósfera de azufre. En el hombro, junto a la insignia de la NASA, el indicador de oxígeno marca cero. Se ha quitado la escafandra, que ha quedado enganchada al cuello del traje y su cabeza golpea contra ella.
La pequeña libélula, la niña alada, de pie ante el agónico viajero, lo escruta con su mirada de plata mientras las orejas se le ondulan.
No es un pez. No lo es. ¡Pero tiene dos cabezas! ¡Igual que aquel! el que ha abandonado el lago. Estás al otro lado de las montañas, Libelú ¿No lo entiendes? Es del mar, de allí salió.
El astronauta abre la boca, gime a cada bocanada y da la cabeza contra el casco, una y otra vez. La niña se acerca y se inclina. Con el dorso de la mano acaricia la escafandra y luego, la mejilla del navegante. Entonces, la pequeña insecto se yergue y de un salto se para  ante los pies del astronauta.  Lo ciñe de las botas y tira de él. 
 ¡Jala, Libelú! ¡Jala! Hunde tus talones. Debes salvarlo como al pez de la laguna. Llévalo hasta el mar. Lejos de la medusa enorme. Llévalo antes que muera. Jala Libelú, jala. Pídele a Rojo-luz por él. Ella lo salvará, como al otro pez.
FIN.