martes, 2 de febrero de 2016

ENSUEÑO.


ENSUEÑO.

Por

Hugo Rodríguez.

 

Mi nombre es Juan y desperté aquella mañana con estos versos en mí cabeza, evocados por una vos de mujer:

 

“Te deseo.

Tu imagen me encuentra sin vos,

Contorneándose en la soledad de mí cuarto.

Despojada de toda resistencia

Alucinando que mis límites son polvo

Mis leyes cenizas

Te imagino presente

Me embriago con tu sudor obsceno

Te doy mi cuello, mi frente,

Mi espalda, mis tobillos

Mi humedad turgente.”

 

            Me despejaba lentamente mientras la voz me dejaba y en mi boca se diluía el sabor dulce de otra boca. Por un largo tiempo recordé la  estrofa y el extraño despertar.

Tal vez, impulsado por ese recuerdo o a lo mejor, por mis horas vacías,  empecé a concurrir  a un taller literario donde retomé mi afición por la escritura, abandonada por algún tiempo.

Promediando el curso abordamos la  poesía, un género por el cual no sentía mucho apego. En esa oportunidad, el coordinador nos presentó a Susana, una nueva tallerista que nos acompañaría  hasta concluir el año.  Nos organizó en parejas. Nos propuso que escribiéramos algunos versos libres y que  luego, cada uno recitara el poema del otro. Susana fue elegida mi par. Así que entonces, eché mano a la  estrofa de aquel extraño despertar y la escribí. La intercambié con ella. Yo leería primero su poema, pero eso no sucedió.

Llevamos un año de casados y las dos hojas con los mismos versos se protegen bajo el vidrio de la mesa de luz.

Fin.

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