Gracias Karina por tu colaboración.
Solo cuando cierran los ojos son capaces de
dejar huellas en el camino de sus sueños y rozar hasta los aspectos sólidos del
alma.
A tu mamá.
El Planeta del Olvido
Por
Karina García.
Existe un lugar de donde los muertos esperan
volver. Pero no todos los que se han ido están allí, sólo aquellos que no pueden
recordar que alguna vez han vivido. Esta extraña realidad se experimenta en un
pequeño porcentaje de seres pero suficiente para conformar un planeta. El
planeta del olvido, de los que ignoran
que han sido libres pero que han muerto; de aquellos que desean ser merecedores
de entrar al reino de la tierra.
En ese sector del universo no existe el
contacto físico entre sus habitantes, hacen el amor con la mirada y cuando se
enamoran sienten que tocan la tierra con las manos. Solo cuando cierran los
ojos son capaces de dejar huellas en el camino de sus sueños y rozar hasta los
aspectos sólidos del alma. Esto les provoca tal dolor que lo único de desean es
vivir de una vez. Pero, en este orbe sin luz, vivir por cuenta propia es
considerado un pecado casi vital, por eso, llegada esa instancia, se prescriben
tratamientos inmunológicos. Expertos en homeostasis selectiva inoculan a estos
individuos algún que otro recuerdo, no cualquiera, sólo aquellos que resulten
adecuados para cada sujeto. Esto dependerá de atributos personales tales como el color de sus ojos, el calibre
de sus pupilas y por supuesto dependerá de la intensidad que sus glóbulos oculares
transmitan. Para miradas sutiles son eficaces retoños de caricias faciales así
como de besos tiernos, en tanto que, para las miradas penetrantes es necesario
administrar reminiscencias más potentes. El abanico de recuerdos es amplio, y
todos ellos vinculados a experiencias placenteras.
Luego de semejante shock el individuo regresa a
su “sin forma” habitual. De nuevo logra ver el iris de sus congéneres que
intentan avistar la felicidad en ese mundo, por el tiempo que quede.
Unos pocos rechazan el tratamiento y otros
tantos reaccionan ante el antídoto de manera adversa. Ambos grupos permanecen
en el dolor, recuperan el sentido de las lágrimas, de las derramadas, de
aquellas contenidas. Memoria que los dignifica y les brinda fuerzas para aceptar
la verdad última de la vida. Es entonces que se tornan peligrosos, testigos de
lo horrendo, capaces de contagiar a los demás las ansias de ver más allá, el
exceso. Son perseguidos y exiliados del planeta hacia donde nadie sabe ni pretende
recordar.
El resto, de algún modo se pregunta como osaron
cerrar sus ojos y alejarse así del paraíso terrenal. Otros piensan que omitir
el dolor tal vez no sane las heridas. Este abuso de conciencia se extingue
fácilmente junto al resto de sensaciones que pudieron percibir durante esos
instantes.
Y así olvidan, que son los muertos que esperan
volver a donde nunca han de retornar.
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