domingo, 16 de junio de 2013

Neuro-copia.


NEURO-COPIA.

Por

Hugo Rodríguez.

 

            Qué adelanto extraordinario la neuro-copia. Fascinante. Realizar mapas neuronales de la corteza cerebral de un individuo para luego dejarlos impresos en un circuito electro-cuántico, es realmente increíble.

            La doctora Olga me recibió con un entusiasmo exagerado: ¡Maestro Alexander Romanowsky! ¡Bien venido! se expresó, mientras besaba mis mejillas. Pero sus palabras de agradecimiento por mi colaboración con el proyecto Philibyte,  más que halagarme, lograron calmar mi agitación. Porque en realidad había llegado al instituto  dominado por los nervios. No creí en ningún momento que me descontrolaría de esa manera. Espero que no lo haya notado. Mientras me presentaba al resto de los científicos, la doctora Olga destacó mi trayectoria en el ajedrez y valoró, como no podía ser de otra manera, mis cinco títulos de campeón del mundo. No dejaba de agradecer mi presencia en el instituto y recalcar, el valioso aporte que significaría mi neuro-copia para el ambicioso programa de ajedrez Philibyte.

            Pero el agradecido era yo porque, de alguna manera, conquistaba la Eternidad, al donar mi mapa neuronal para la memoria del programa. Qué ocurrentes estos científicos para el nombre del proyecto, sin duda un merecido homenaje al gran genio de todos los tiempos: el francés  André Danican Philidor. Recuerdo muchas partidas jugadas por él. Las  tengo muy presentes. Fluyen a mi mente con mucha claridad. Debido seguramente al somnífero que me inyectaron. Me explicó la doctora que esto ayudaría a fijar más mis recuerdos y así podrían obtener mejor precisión en la copia. La droga me pondría en un estado, ¿cómo dijo?, ah, sí de "inconciencia-consciente", algo como dormido-despierto. Como sea, la sensación es muy interesante, a mi cerebro acude una desbordante cantidad de recuerdos, incluso algunos que creía olvidados. También me aclaró que la copia sería casi instantánea, aunque mi adormecimiento duraría unos minutos.

            Tómalo con calma Alexander,  todo saldrá bien. Pronto cenarás con Inés ese pavo al horno qué sólo ella sabe preparar. Pero no quiero pensar en mi esposa ahora, mientras dura el efecto, repasaré  la única partida que perdí en cinco años de campeón. Fue contra mi amigo Yuri Lazarev. Yo jugué con blancas y no pude vencer su defensa India.  Ahora me doy cuenta, de que mi error fue la jugada 15 Alfil d3, si hubiera situado ese alfil en el escaque e4,  hubiese evitado la réplica de Yuri, f5 y lo dejaba a mi amigo sin contraataque. Luego la partida hubiese seguido, 16 Torre f1, Caballo c6; 17 Dama g5 Alfil h6…

 

— ¿Maestro Romanowsky?

            — ¿Quién me habla? Ah, doctora Olga.

            — Alexander, ¿Cómo se siente?

            —Bien. Aunque todavía no veo nada. Le recuerdo doctora que mi esposa Inés me espera para la cena.

            —Sí, sí.  Dígame maestro, ¿cómo seguiría la partida que usted perdió con Lazarev después de la jugada, 17 Dama g5, Alfil h6?

            —Ah, sí, bueno, 18 Torre f3, pero, ¿y usted cómo sabe que yo pensaba en esa partida? ¿Dígame doctora, qué sucede? ¿Por qué no puedo ver? ¡Inés me espera!

            —Maestro Alexander Romanowsky, usted ya cena con su esposa y como suceder no sucede nada, simplemente usted ya no es Romanowsky, si no una neuro-copia. En estos momentos interactúa un programa que limpia la réplica de recuerdos sobrantes, como la cena y su mujer. Así se concentra en el ajedrez, que es lo que importa. Sigamos con la partida por favor.

           

            Inés.

           

            —18 Torre f3, Rey h8.

Fin. 

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