sábado, 1 de enero de 2022

Me costó un huevo

 

Emilia de Adrogué, me cedió los derechos de autor de los dos relatos.


Me costó un huevo. Introducción.


El título hace referencia a este huevo y no aquel. Me refiero al huevo duro; a ese no, al otro: al de contenido viscoso y rico en proteínas, tanto como aquel, claro, pero el de este encierra el misterio de la vida, como el otro, sí, lo entiendo, aunque este se espesa cuando se calienta, al igual que aquel, ya sé, pero en ocasiones distintas: este, ante la mirada ansiosa a la espera del hervor y el otro... bueno, no es la misma mirada ansiosa, ni el mismo hervor. Este ensayo se me complica, tanto que podría decir que me cuesta uno y la mitad del otro, (y ahí vamos otra vez) me cuesta la mitad de ese, del duro, porque lleva tanta dedicación y precisión lograr que se endurezca un huevo (y no siempre colma los deseos de una... hablo del duro) que bien vale la comparación. Aclarado lo oscurecido, el título se refiere, entonces, a este huevo: ¡Al que se para ante una reina! ¡Al que se rompe! ¡Al que se desea cuando hay hambre! ¡Sí, ya sé! ¡Como el otro! Si no queda claro a que huevo me refiero, pues, bueno, ya saben cuanto me importa.


Emilia.


 

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