miércoles, 29 de julio de 2015

un viejo oficio


UN VIEJO OFICIO.

Por

Hugo Rodríguez.

 

 

            El sujeto salió del ascensor. Vestía mameluco azul y su bolsillo superior izquierdo, con letras bordadas, informaba el nombre de la empresa: “LUNATEC S.R.L”. En medio del corredor y bajo la arcada rectangular que dividía en dos al pasillo, otro sujeto, con la misma indumentaria de la empresa, lo esperaba. Caminó a su encuentro y se detuvo frente a él. Ambos ceñían con sus manos derechas maletines de herramientas. La puerta del otro ascensor, al final del corredor, se abrió. El técnico miró por encima del hombro de su compañero y advirtió que  nadie viajaba en él. Se acuclilló y apoyó la maleta en el piso, extrajo un destornillador y comenzó a abrir una portezuela que se recortaba cerca del zócalo izquierdo del umbral.  Mientras su amigo permanecía impávido bajo aquella arcada.

            Luego de descorrer la  portilla, quedaron expuestos  sofisticados controles y complejos circuitos. El técnico manipuló las llaves y miró de soslayo a su compañero que ahora le daba la espalda. Insistió con los controles una vez más, volvió a mirarlo y ahora su colega se  erguía de frente pero con la maleta en la otra mano.

            El técnico de “LUNATEC” atornilló la portilla, adosó un calco con el logo de la empresa y se paró ante su amigo. Leyó en el bordado de su compañero: “L.R.S CETANUL” y sonrió. Su amigo le devolvió la sonrisa.

            Se saludaron al unísono levantando la mano, la derecha uno la izquierda el otro. Voltearon como una perfecta guardia militar y caminaron en sincronía asombrosa cada uno a sus respectivos ascensores. Las puertas se abrieron en un mismo siseo. Los dos técnicos de mameluco azul se saludaron de un extremo al otro del pasillo acomodándose las gorras. Los ascensores se cerraron.

             El calco adherido a la portilla informaba: “LUNATEC S.R.L Calibradora de espejos”.

                                                                   Fin   

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